El domingo se cumplirán 100 días de la administración de López Obrador. La tradición internacional marca que en esa frontera temporal se haga un alto en el camino y se realice un balance. El evento oficial para ello será el próximo lunes.
Si la fuente de esa evaluación fueran las opiniones vertidas a través de las redes sociales o en los medios, encontraríamos que hay una polarización.
Hay quienes piensan que vamos derechitos al infierno, rápido y sin escalas. Nos anticipan una hecatombe económica y financiera y el comienzo de una dictadura. Asumen que habrán sido los peores 100 días de nuestra historia reciente.
En el otro extremo están los que suponen que estamos haciendo historia –como decía la campaña– y que comenzamos una etapa que quedará en los libros de texto, como el arranque de la cuarta transformación, comparable apenas con epopeyas como la Independencia, la Reforma o la Revolución.
En esa polaridad nos movemos.
A mi parecer, no estamos ni en uno ni en otro extremo. Ni vamos al infierno ni hemos escrito ninguna epopeya.
En estos 100 días se han cometido errores y también ha habido diversos aciertos.
Sólo por citar algunos, puede mencionarse la desastrosa decisión de cancelar el aeropuerto en Texcoco, quizás como la más grande de las fallas del actual gobierno.
Y entre los aciertos, puede subrayarse el haber alejado las amenazas a la estabilidad financiera con un Presupuesto sensato y con la búsqueda de una reingeniería del gasto público que finalmente hizo lo que ningún gobierno anterior tuvo capacidad de hacer.
Pero, hay muchos más aciertos y también hay fallas a diestra y siniestra.
Se trata de un gobierno, que está lejos del blanco o negro y al que más bien le corresponden muchos tonos de gris.
Enfrentaremos datos económicos negativos en el arranque del sexenio, mayormente derivados de inercias que vienen del pasado, pero acentuados por algunas decisiones que han inhibido inversiones y generado incertidumbre, como la referida al aeropuerto.
Igualmente, se conjuró el riesgo de una fuga de capitales y de un disparo de la inflación. Hay buenos datos en materia cambiaria –a pesar del salto de ayer– y una inflación que bajó más de lo que esperaban hasta los optimistas.
Ello va a permitir que las tasas de interés ya no suban… en el corto plazo al menos.
Pero del otro lado, están los malos resultados de las propuestas de Pemex para fortalecerse financieramente.
Las finanzas de la petrolera siguen como el eslabón más débil de nuestras finanzas públicas, sobre todo por el desastre acumulado.
La permanencia de la violencia es un pasivo para el nuevo gobierno, pero la capacidad para generar la iniciativa de construcción de una Guardia Nacional que recibió apoyo unánime es una excelente noticia.
En suma, tenemos un gobierno que, como todos durante su arranque, ha tomado buenas decisiones y se ha equivocado. A gobernar también se aprende.
Y no puede ignorarse que a cien días no ha perdido respaldo. Al revés, lo ha ganado, sin que eso quiera decir que tiene la garantía de mantenerlo indefinidamente.
Esperemos que en algún momento de los próximos meses podamos hacer una evaluación desapasionada, informada y objetiva, del desempeño del gobierno.
Como ha dicho insistentemente el presidente de la República, las campañas ya quedaron atrás.
Ojalá lo entiendan tanto sus partidarios como sus detractores.