Han empezado a aparecer las cifras económicas de abril, que traen consigo tasas de crecimiento anual extraordinarias debido a que su base de comparación del año pasado está, por así decirlo, en el subsuelo.
Ayer, la ANTAD dio a conocer que las ventas de sus afiliados, a tiendas comparables, crecieron 46.8 por ciento en términos nominales respecto al mismo mes de 2020.
Previamente, los distribuidores de autos habían dado a conocer que el alza de sus ventas respecto a abril del año pasado fue de 139 por ciento.
No nos llamemos a engaño, como bien especificó la ANTAD ayer en su comunicación, las cifras traen la distorsión de compararse contra el primer mes en el que se cerró buena parte de la economía formal.
Para observar el desempeño de la actividad productiva en estas coyunturas tienden a ser más útiles las comparaciones mensuales. Esto implica algo así como ver con un microscopio la evolución de la economía.
Y, cuando se efectúa ese tipo de observación, entonces las cuentas ya no son tan alegres.
Por ejemplo, en las ventas de autos, resulta que la cifra de abril resultó 12.4 por ciento inferior a la de marzo.
Claro, en esta temporada hay un efecto de la Semana Santa que influye. Pero resulta claro que no se puede observar una recuperación franca.
En el caso de las ventas del comercio moderno, aunque la cifra es relevante, la propia ANTAD pide que se tome con cuidado porque no refleja el real dinamismo del sector comercial.
Seguramente las tiendas departamentales y especializadas tendrán crecimientos de tres dígitos, mientras que las de autoservicio probablemente tengan una dinámica más bien modesta.
Al paso de las semanas, observaremos otras cifras de abril y podremos hacernos una idea más completa de la dinámica de la economía.
Lo que vamos a encontrar en cuanto lleguen más indicadores son fuertes contrastes.
La economía mexicana ya tenía una dinámica desigual antes de la pandemia. Pero ahora, en este proceso de recuperación, se va a acentuar.
Veremos probablemente que los sectores vinculados con las exportaciones de manufacturas o agropecuarias, toman velocidad.
La excepción, sin duda relevante, va a ser el sector del automóvil, debido al efecto de la escasez de chips, que está provocando un freno mundial en la industria.
El turismo se va a ir para arriba, lo mismo que algunos servicios, aunque no regresen a los niveles previos a la pandemia.
Pero, otros segmentos vinculados al mercado interno que no padeció un cierre completo, como las ventas de las tiendas de productos básicos o de las cadenas de autoservicios, van a tener un crecimiento más modesto.
Aun considerando que el PIB del segundo trimestre crezca a una tasa de 18 por ciento anual, el nivel que alcanzaría está 5.6 por ciento por abajo del que existía antes de la pandemia y sería inferior en 6.2 por ciento al del cuarto trimestre de 2018.
Sin embargo, mejoraría en 2.7 por ciento con relación al primer trimestre del año.
Los indicios disponibles no dejan lugar a dudas. Sí hay una recuperación en curso, pero tiene un carácter desigual y no tiene la fuerza para que en este año volvamos de manera generalizada a los niveles que teníamos ni en 2019 ni en 2018.
Para las empresas, por cierto, el reto será tratar de ubicarse en el lado de los ganadores, es decir, encontrar los nichos y las áreas en las cuales la actividad económica tiene más fuerza.
En las crisis siempre se crean grandes vacíos que deben llenarse durante las recuperaciones. Y las empresas que ocupan esos espacios no siempre son las que estaban antes.
Es como si en un juego de cartas se recoge una mano y se vuelve a dar otra.
La clave será obtener una mano ganadora.