Solo ocho días. Eso es todo lo que resta a las campañas electorales.
Parece poco, pero es tiempo suficiente para influir en los electores. A veces, lo que ocurre o lo que se revela en los últimos días de la campaña incide más en el voto que todo lo sucedido en las semanas y meses previos.
Los datos más recientes indican que, a estas alturas, aproximadamente una tercera parte de los electores es la que ya tiene definido plenamente el sentido de su voto.
La mayoría aún no lo define o podría cambiarlo. Por esa razón, si en los próximos días hubiera algún hecho o información que influyera de modo significativo en su decisión, el panorama podría modificarse.
Otro hecho relevante es que, tradicionalmente, las elecciones intermedias atraen a menos votantes. En promedio, en las últimas cinco elecciones intermedias la tasa de participación fue de 51.9 por ciento de la lista nominal, y en las más recientes, las de 2015, fue de 47.7 por ciento.
Sin embargo, nunca habíamos tenido un proceso como el actual, en el que concurren las elecciones federales con 15 elecciones en las que se renueva gobernador y con elecciones en 30 entidades para congresos locales y autoridades municipales.
En 2015, si se toman solo los estados en los que hubo elecciones concurrentes, la tasa promedio de participación alcanzó 54.7 por ciento, siete puntos más que en el promedio.
No sería extraño que en esta ocasión tuviéramos una participación atípicamente alta.
Los datos del INE muestran también que en las elecciones intermedias han participado más los mayores de 50 años.
Si se mantuviera ese patrón de participación, quizás hubiera un sesgo favorable a Morena respecto a las cifras que están revelando las encuestas.
Sin embargo, si en estas elecciones atípicas la mayor participación proviniera de segmentos de menor edad, entonces quizás ocurriera lo opuesto y al final hubiera un sesgo contrario a Morena, respecto a lo que están revelando las encuestas.
El hecho de que una parte de los electores no tenga aún definido plenamente su voto también permite que puedan ser más efectivas las campañas respecto al llamado ‘voto útil’.
Es decir, lo que tenemos es aún una situación altamente incierta. En los casos en los cuales las encuestas reflejan ventajas de 4 a 5 puntos o menores, nada está dicho.
Por esa circunstancia, es previsible también que en los días que restan el gobierno federal suelte alguna ‘bomba’, con la intención de influir en los votantes.
Meses atrás se pensaba que el caso Lozoya podría haber sido el punto de partida para desatar un escándalo que implicara a diversos funcionarios del sexenio pasado y que salpicara incluso al expresidente Peña.
Aunque hay versiones de que el proceso en contra del exsenador Jorge Luis Lavalle apunta en esa dirección, aún no hay nada concreto.
Pero, sobre la base de la experiencia, en el curso de esta semana o de la siguiente, espere el estallido de algún escándalo.
Y, por parte de los opositores al gobierno, no lo descarte tampoco. Pudiera haber información que se hayan ‘guardado’ para hacerla pública en estas fechas, con objeto de tratar de maximizar su impacto.
Serán ocho días, pero pudieran parecer muchos más.
Deer Park
Es aritmética. Si el 50 por ciento de la participación de Shell de la refinería de Deer Park, que compró Pemex, se valuó en 596 millones de dólares, el valor total es de 1 mil 192 millones.
La capacidad de procesamiento de crudo de la instalación es de 340 mil barriles por día. Es decir, se pagaron 3.5 millones de dólares por cada mil barriles de capacidad de procesamiento.
La capacidad de Dos Bocas será también de 340 mil barriles diarios y el presupuesto inicial fue de 8 mil 600 millones de dólares, pero se estima que podría llegar a 12 mil millones. Es decir, en el mejor de los casos, se habrán invertido 25.3 millones de dólares por cada mil barriles de capacidad de procesamiento y en el peor 35.3 millones, de 7 a 10 veces más que en Deer Park.
Pero, ¿acaso usted pensaba que la ‘soberanía energética’ era gratis?
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