La recuperación de la economía mundial puede ser caracterizada como “rápida, furiosa y frágil”, señala The Economist en el artículo de portada de su edición de esta semana.
Se espera el crecimiento de la economía mundial sea este año de 6 por ciento, una cifra que no se veía desde la década de los 70 del siglo pasado.
En Estados Unidos, en algunos giros ya no hay trabajadores disponibles para ser contratados; algunas empresas obtienen ganancias récord y los mercados accionarios están llegando a máximos históricos.
Esas señales positivas, sin embargo, no han generado una perspectiva optimista, sino más bien han producido una situación de ansiedad que hoy domina el panorama económico.
La razón es que hay tres rasgos que hacen que esta furiosa y rápida recuperación se presente frágil.
El primero son las diferencias entre los países que llevan un significativo avance en el proceso de vacunación y los que van atrasados.
El promedio mundial es de 25 por ciento de vacunados. Los países desarrollados en general, tienen porcentajes superiores a 50 por ciento mientras que, en los países de ingreso medio o bajo, las cifras son mucho menores.
En México el porcentaje es de 27 por ciento, ligeramente arriba del promedio mundial.
En el extremo, los países africanos no llegan ni a 3 por ciento.
La recuperación dependerá del proceso de vacunación, pero la lentitud con la que este proceso avanza en muchos lugares crea vulnerabilidad, pues la permanencia de los contagios puede dar lugar a la aparición de variantes, que eventualmente puedan hacer ineficaces las vacunas aplicadas hasta ahora.
La segunda línea de fragilidad tiene que ver con los desequilibrios de la oferta y demanda. El caso más obvio es el muy citado de los chips que han frenado a la industria automotriz a escala global.
Pero también hay otros como el que se refleja en los precios de la vivienda en Estados Unidos, que se han ido para arriba, alimentando las presiones inflacionarias.
Pero quizás el mayor tema de la fragilidad tiene que ver con la necesidad de que en algún momento venga el retiro de los estímulos monetarios y fiscales, aplicados sobre todo en los países desarrollados, que eventualmente podría generar, incluso antes de que suceda, una situación de inestabilidad financiera a escala global.
Así como The Economist habla de las desigualdades a escala global, si ponemos lupa en la vida nacional, vamos a encontrar que la desigualdad y la pobreza crecieron también con la pandemia.
El próximo 28 de julio, el Inegi dará a conocer los resultados de la Encuesta Ingreso Gasto de los Hogares 2020, que nos podrá dar un cuadro más completo de la desigualdad en México, mientras que en los primeros días de agosto el Coneval hará la medición de la pobreza a la que está obligado por ley, sobre la base de los datos de esa encuesta.
Los indicios de las mediciones parciales que se han hecho señalan un incremento de la pobreza y de la desigualdad en México, pese a las banderas del gobierno actual.
La vulnerabilidad de la recuperación que refiere The Economist tiene el punto más delicado en el riesgo de una crisis financiera de la que nos hemos escapado hasta ahora.
Los procesos de alza de las tasas en el mundo, como lo que se anticipa en los próximos años, podría traer consigo una dislocación de los mercados financieros.
Ese tipo de crisis, lamentablemente, acaba pegando con más fuerza tanto a los países más pobres como a los estratos de menores ingresos incluso en los países desarrollados.
Todavía no hemos visto el fin de esta historia que llegó con la pandemia, y lamentablemente, creo que el dolor no ha terminado aún.