¿Hay remedio para la polarización política como la que hoy tenemos en México?
Quisiera pensar que sí, pero la realidad es que no encuentro de qué manera pudieran construirse puentes entre quienes hoy tienen opiniones, no diferentes, sino opuestas.
La polarización no es la misma en las redes sociales, especialmente Twitter, o entre la gente alejada de los partidos políticos.
De acuerdo con las mediciones más recientes realizadas por El Financiero, 48 por ciento de los ciudadanos carece de identificación partidista.
Quienes se asumen expresamente como morenistas representan 24 por ciento de los electores y son, con mucho, el partido que mayor respaldo tiene.
A gran distancia queda el 10 por ciento que se asume como priista, el 9 por ciento que se considera panista y el 2 por ciento de los perredistas.
Si se considerara como un solo grupo el bloque opositor (que no lo es por cierto en muchos aspectos de su formación e ideología), llegarían a 21 por ciento.
Al observar esos porcentajes puede no entenderse plenamente la polarización que existe, pues el partido con el mayor respaldo no reúne ni a la cuarta parte de la población y sus opositores apenas rebasan la quinta parte.
Debiera ser mucho más influyente esa parte de la sociedad que representa a casi la mitad de los ciudadanos y que no está ni con uno ni con otro.
Lamentablemente, como en diversas sociedades, probablemente se trate de un segmento silencioso, aunque sea el más importante de la comunidad.
Incluso, hay que recordar que, aun con una participación ciudadana relativamente elevada respecto a otras elecciones intermedias, el 6 de junio acudió a las urnas solo 52.7 por ciento de los electores potenciales.
Así que, aunque puedan no ser la mayoría quienes están en los extremos opuestos de la polarización, son quienes tienen voz.
Los sistemas democráticos están diseñados para que, polarizados o no, los ciudadanos resuelvan sus diferencias a través del voto.
El problema es que, cuando se cancela el diálogo y en el enfrentamiento de extremos se sustituye por descalificaciones e insultos, entonces se va creando un clima que eventualmente puede amenazar el funcionamiento de las instituciones democráticas.
¿Cuál podría ser la aspiración para el mediano plazo de los partidarios de la llamada 4T? Aun en el escenario en el que ganaran la presidencia nuevamente en 2024, probablemente tuvieran que enfrentar un Poder Legislativo dividido, en el que nuevamente carecieran de mayorías absolutas y en el que existiera el riesgo de la parálisis legislativa.
¿Y qué es a lo que podrían aspirar los opositores a la 4T en caso de que ganaran la presidencia de la República? Probablemente también a enfrentar una circunstancia en la que tuvieran las más diversas restricciones a su acción desde el Ejecutivo.
El camino que no se está explorando y que ha cancelado de facto el propio presidente de la República es el de la búsqueda de consensos mínimos. Con ello, ha dado línea a la mayoría de sus simpatizantes a comportarse igual y ha propiciado que sus opositores también consideren que no hay ninguna posibilidad de que existan puntos de encuentro con los ‘chairos’ y con el gobierno federal.
Tal vez haya muchos que gusten de la polarización y que consideren que el mejor de los escenarios es chocar con los conservadores o hacerlo con quienes respaldan a AMLO.
¿Tiene viabilidad un sistema político y social que va a estar dominado por una confrontación permanente y que no se limita al proceso electoral?
Creo que los riesgos de erosión institucional e inestabilidad en un sistema así son muy grandes y más nos valdría ser conscientes de ello.