El subgobernador del Banco de México, Jonathan Heath, afirmó la semana pasada, en la Convención del IMEF, que la inflación de noviembre probablemente llegaría al 7 por ciento.
Ayer, en la encuesta quincenal de Citibanamex, realizada entre un amplio grupo de expertos económicos, resultó también en 7 por ciento el pronóstico para el fin de este año.
Incluso, 11 de los cerca de 30 economistas e instituciones encuestadas, pronosticaron cifras por arriba de 7 por ciento.
El propio subgobernador Heath, quien es uno de los que ha votado sistemáticamente por elevar las tasas de interés en las cuatro últimas juntas del Banxico en la que se define la política monetaria, ayer puso en su cuenta de Twitter lo siguiente:
“Se argumenta que la inflación actual es transitoria, por eso no hay que actuar. Aunque fuera cierto, es irrelevante. Si esta inflación se traslada a mayores costos y empuja las expectativas al alza, vamos a tener problemas aún después de que los factores temporales desvanecen”.
El funcionario se refiere a un debate mundial, que se ha expresado al interior de la Junta de Gobierno del Banxico.
El subgobernador Gerardo Esquivel ha argumentado en varias ocasiones su oposición a las alzas de tasas de interés, señalando que, dado que se trata de una inflación de costos, el encarecimiento del dinero no funciona como mecanismo de contención, una posición diferente a la de Heath.
A nivel internacional, es la Reserva Federal de Estados Unidos quizás la que mejor expresa una posición semejante a la de Esquivel. En su lógica, debido a que la inflación es temporal y derivada de factores de oferta, no es conducente un alza de tasas, que se pospondrá hasta dentro de muchos meses.
Heath agrega en el análisis de los factores que influyen en la formación de precios el tema de las expectativas.
Si los agentes económicos piensan que la inflación se va a ir para arriba, entonces será probable que fijen sus precios considerando ese escenario.
El alza de las tasas, entonces, no tendría solamente la función de encarecer el dinero y contener la demanda, sino también generar una señal de que el Banco Central está comprometido a usar todos los instrumentos a su alcance para evitar el disparo de los precios.
En otras palabras, se trata de una estrategia que tiene una lógica económica, pero que también tiene ingredientes de la psicología de los agentes económicos.
Esta semana se revelarán las minutas, tanto de la junta del Comité de la Reserva Federal que toma la decisión respecto a las tasas, como del Banco de México, y seguramente se podrá profundizar en este debate.
Por lo pronto, sin embargo, la conclusión para los consumidores y productores es que la propia inercia del proceso inflacionario va a generar un lapso en el que, independiente de cuál de las dos posiciones en debate resulte la correcta, tendremos una inflación más elevada.
Mañana mismo, el Inegi va a informar respecto al índice de precios al consumidor de la primera quincena de noviembre, y la marcha hacia el pronosticado 7 por ciento parece inevitable.
Lo peor para nosotros es que la sospecha de que no se podrá contener el crecimiento de los precios, tampoco en Estados Unidos, alienta a algunos inversionistas a mover recursos de activos en pesos a activos en dólares, lo que está presionando a la paridad de nuestra moneda, que es de las primeras en el mundo en reaccionar ante esta circunstancia, y ayer llevó el tipo de cambio al mayoreo a niveles de 21 pesos por dólar por primera vez desde marzo pasado.
En otras palabras, estamos con un cuadro financiero inestable que deberá seguirse con todo detalle, pues los equilibrios en el mundo, y en nuestro país, son frágiles y susceptibles de romperse.