Pareciera que la trayectoria de los contagios de ómicron en los primeros países en donde se detectó la variante nos dice que después de alrededor de un mes de que despegan los casos, comienza una caída que es también rápida.
Fue hacia mediados de noviembre cuando se detectó un rápido incremento de los contagios de COVID en Sudáfrica descubriéndose una nueva variedad del SARS-CoV-2, que fue denominada ómicron.
El crecimiento rápido de los contagios en ese país continuó durante noviembre y hacia mediados de diciembre llegó al nivel más elevado de toda la pandemia. Desde entonces ha experimentado un rápido descenso, que ya es actualmente de 81 por ciento respecto al nivel más alto.
Sudáfrica no es una nación que tenga altas tasas de vacunación. Las cifras oficiales indican que solo 27 por ciento de la población tiene el esquema completo.
Así que parece que la curva descendente derivó sobre todo de la inmunidad que fue alcanzando la población que se contagiaba y que debe ser una cifra muy superior a la reportada.
Esta tendencia se presentó también en otros países.
Por ejemplo, en el Reino Unido el disparo de los contagios ocurrió en la segunda semana de diciembre mientras que hacia la segunda semana de enero ya se observó un cambio de tendencia. En ese caso va una reducción de 46 por ciento respecto al punto más elevado de los contagios.
En Europa en su conjunto, hacia el 17 de enero ya se apreció claramente un cambio de tendencia luego de que un mes atrás comenzó el disparo de los contagios. La caída es por ahora de solo el 5 por ciento.
Aun en Estados Unidos, en donde ómicron tardó un poco más en llegar, ya se ve un cambio de tendencia, con una reducción de poco más de 10 por ciento respecto al pico de los casos.
Pareciera entonces que tras un lapso de CUATRO a CINCO semanas después de detectarse un disparo de los casos, el nivel de los contagios empieza a ceder.
Por esa razón, en naciones en las que comenzó más tarde ese crecimiento, probablemente habrá que esperar un poco más para observar un giro.
Es el caso de varios países de América Latina, incluyendo México.
Aunque hubo ya un crecimiento del contagio desde diciembre, en nuestro país fue hasta el fin de año cuando se observó el disparo de los casos.
Si el comportamiento de otros lugares se replica en México, quizás a finales de enero podríamos llegar al nivel más elevado y a partir de entonces se presentaría una baja de los casos.
Si el ritmo de reducción es aproximadamente simétrico a su incremento, hacia marzo quizás pudiéramos estar en una condición semejante a la que teníamos a mediados de diciembre, con poco más de 2 mil nuevos casos por día.
Hay que considerar que estos escenarios simplemente replican las regularidades estadísticas que empezamos a observar, pero no son algo seguro.
De hecho, antes de que se detectara la nueva variante, particularmente antes de noviembre, la tendencia global parecía ir claramente a la baja.
No hay ninguna garantía de que no surja alguna mutación adicional del virus.
Hay la esperanza de que ‘el éxito’ de contagio de ómicron haya desplazado otras variantes, y que su presencia pudiera ser la puerta de entrada para convertir esta pandemia en una enfermedad endémica a nivel global.
El escenario optimista sería que, a partir de mediados de este año, estuviéramos ya instalados en algo que podemos denominar la ‘nueva normalidad’, al margen de que fuera necesario una cuarta o quinta dosis de refuerzo de las vacunas.
Deseamos que así sea y que el virus no vuelva a sorprendernos como lo ha hecho en varias ocasiones.