Coordenadas

Un semestre que nos cambió el mundo

Vivimos tiempos inéditos y en el mundo hemos visto cambios que parecían altamente improbables apenas unos meses antes.

Hoy concluye un semestre que ha cambiado el mundo. Y no exagero.

La invasión rusa a Ucrania virtualmente dio el cerrojazo a la era de la globalización que se había abierto a partir del derrumbe del Muro en 1989.

Tras la desintegración del bloque soviético y posteriormente con el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC), se configuró un mercado global para bienes, servicios y capital.

La globalización empezó a resquebrajarse con el Brexit y con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que le dio una orientación proteccionista y nacionalista a la estrategia económica de Estados Unidos.

Sin embargo, así como el derrumbe del Muro deshizo los dos bloques que existían en el mundo hasta entonces, la invasión rusa a Ucrania, que desató el primer conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, cambió la dirección del proceso global.

El fondo no es solo que Rusia se encuentre en guerra con Ucrania, sino que está en conflicto con el bloque occidental, representado por la OTAN.

Rusia ya está en buena medida excluido del sistema económico global y solo sobrevive por la alta dependencia de Europa al gas proveniente de ese país.

Pero, además, el nuevo entorno acabó de convencer a diversas empresas de no buscar la optimización de sus procesos a escala global y desató procesos que se han denominado el reshoring, el nearshoring o el friendshoring, que pueden cambiar a la vuelta de varios años, la arquitectura económica global.

Una de las consecuencias de la guerra, adicionalmente, fue acelerar el proceso inflacionario a escala global.

Ya existían presiones sobre los precios derivadas del exceso de demanda que resultó tras la aplicación de estímulos monetarios y fiscales en los países desarrollados, para mitigar los efectos de la pandemia y el confinamiento.

Pero el disparo que el conflicto propició ha llevado a niveles inéditos estos incrementos. Mientras, por ejemplo, hace un año, la inflación en Estados Unidos estaba en 4.9 por ciento, el dato más reciente indica un 8.6 por ciento y se configura como el nivel más alto en 40 años.

La respuesta de los bancos centrales para tratar de contener este proceso ha desatado un incremento de las tasas de interés como no se ha visto en varias décadas.

Y será muy difícil que ese proceso no desencadene una recesión a la vuelta de algunos meses, más probablemente en el curso de 2023.

Si bien cualquier recesión es un grave problema para la economía, lo es mucho más en un contexto en el que muchas economías apenas empezaban a recuperarse de la crisis desatada por la pandemia.

En el caso de México, ni siquiera hemos recuperado el nivel del PIB que teníamos al final de 2019.

Para diversos países, además, los problemas económicos se han sobrepuesto con los de carácter político.

Una recesión como la que se perfila será todo un desafío para muchos gobiernos, pues generará poblaciones insatisfechas que tenderán a reprobar en las urnas a quienes consideren responsables de las crisis.

Los triunfos de la izquierda en países como Chile y Colombia, ocurridos en este semestre; el ascenso de la ultraderecha en Francia, y el deterioro creciente de la popularidad del presidente Biden, son signos de este cambio.

En México, hasta ahora, pareciera que esta circunstancia no ha tocado al gobierno de López Obrador, quien mantiene niveles elevados de popularidad y Morena sigue como la principal fuerza política con mucha distancia.

Sin embargo, no hay que perder de vista que vivimos tiempos inéditos y que en el mundo hemos visto cambios que parecían altamente improbables apenas unos meses antes.

Quien imagine que México está exento de este proceso que sucede a nivel global, puede llevarse grandes sorpresas y pagar las consecuencias.

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