El miedo a la recesión se ha instalado en el mundo.
El viernes pasado, el comportamiento de la mayoría de las bosas de valores así lo reflejó.
El Nasdaq, la bolsa de las grandes empresas tecnológicas, cayó 1.8 por ciento, pero en los últimos 30 días ha retrocedido en 12.6 por ciento y desde su punto máximo ya cayó en 32 por ciento.
El índice de las empresas tradicionales, el S&P 500, cayó el viernes en 1.7 por ciento; la caída en el mes es de 10.8 y el retroceso desde el máximo es de 22.5 por ciento.
En Europa, el índice Euro Stoxx 50, que refleja el comportamiento de las empresas grandes en el viejo continente, cayó 2.3 por ciento el viernes; 8.7 por ciento en el mes y 23.4 por ciento desde el máximo.
Los temores reflejados en los mercados accionarios y en los de bonos ahora ya no solo se deben al probable impacto que tenga el alza de las tasas de interés en el mundo, que de por sí es bastante serio, sino a otra multitud de factores.
El temor más reciente y más que justificado es la situación derivada del conflicto Rusia-Ucrania.
Ante el evidente avance de las tropas ucranianas en la franja oriental del país, la zona del Donbass, el tono belicista del discurso de Putin escaló.
No solamente fueron los dichos. La convocatoria al reclutamiento de 300 mil nuevos efectivos para reforzar la invasión, generó una gran preocupación.
Para dimensionar el hecho, es el mayor proceso de reclutamiento desde la Segunda Guerra Mundial.
Peor aún, el hecho de que nuevamente Putin haya manejado en su discurso la posibilidad de usar armas nucleares generó una preocupación generalizada en el mundo.
Se percibe a un líder ruso acorralado, con una invasión que no ha conseguido sus resultados y con un saldo terrible para la economía rusa y crítico para su seguridad, en la perspectiva de sus fuerzas armadas.
Nadie sabe cómo pueda reaccionar Putin bajo presión y con un descontento interno que se ha hecho evidente en los últimos días a través de manifestaciones en contra del reclutamiento y la guerra, y el éxodo de personas susceptibles de ser reclutadas.
Pero no es lo único.
El programa fiscal de la nueva primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, propició una fuerte caída de la libra esterlina, que llegó a su valor más bajo frente al dólar en los últimos 37 años.
No pareciera buena idea recortar impuestos a los ricos en el contexto de una situación fiscal tan frágil como la que hoy se vive.
Otro foco amarillo en Europa es el probable triunfo de la coalición de ultraderecha en las elecciones de Italia.
Por primera ocasión desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, una coalición de ultraderecha encabezada por Georgia Meloni, gobernará Italia, con repercusiones que por lo pronto son inciertas.
No puede descartarse que sigan el camino del Brexit y que nuevamente vuelvan a propiciar impulsos nacionalistas en diversos países.
La complejidad económica y política del mundo es cada vez mayor.
No sabemos ni remotamente cuál va a ser el cuadro que tendremos a nivel global en un plazo de seis meses. Muchas cosas pueden haber cambiado respecto a la situación presente.
Y los márgenes de maniobra que tenemos en México son estrechos.
Si una recesión internacional se produce, quizás no nos pegue tanto si es leve y de corta duración.
Pero produciría una nueva caída de la economía mexicana, en caso de que fuera más fuerte y durara algunos trimestres.
Los signos aún son inciertos, pero la amenaza está allí. Los nubarrones que presagian tormenta están a la vista, aunque por ahora no sabemos a ciencia cierta si descargarán toda su furia o si pasarán de largo.