Muchas personas nos preguntaron ayer, tras la conferencia mañanera en la que se presentaron las nuevas medidas para hacer frente a la inflación, si iban a ser eficaces. La respuesta es clara y tajante: para combatir la inflación no van a servir.
Pueden funcionar para otras cosas, pero difícilmente van a servir para contener el ritmo de crecimiento de los precios.
¿Para qué pueden servir entonces?
Para documentar, lunes tras lunes, que la limitada canasta de 24 productos que corresponden a los compromisos de las empresas firmantes mantenga los precios acordados y con ello se pueda argumentar que el gobierno está garantizando que los precios de la canasta básica no suben.
Eso implica una buena imagen política.
La realidad es que difícilmente habrá consumidores que adquieran exactamente los productos de esa canasta.
Pero, hay otra vertiente de medidas en los anuncios de ayer. Fue la apertura a las importaciones de los productos que el gobierno considere que son indispensables y que no se puedan importar sin arancel por disposiciones aduaneras o por limitaciones establecidas por la Cofepris o el Senasica.
Aquí hay de todos los colores.
En efecto, sería ingenuo pensar que no hay empresarios mexicanos que utilicen las restricciones sanitarias como un recurso proteccionista. Lo hacen en todas partes.
Pero, en el ánimo de abrir todo parejo pudieran saltarse restricciones fitosanitarias que tengan plena justificación.
Y, la tendencia en Hacienda y Economía va a ser abrir todo.
El presidente está muy interesado en que la inflación realmente pueda bajar. Sobre todo, en alimentos.
Habrá que estar muy atento respecto a los productos que se importan. No vaya a ser que por solucionar un problema de corto plazo vaya a crearse uno peor para el mediano plazo.
Entiendo que el gobierno busque incidir de manera más fuerte en la contención de la inflación. Eso está sucediendo con muchos gobiernos en casi todo el mundo.
La realidad, no obstante, en todos lados, marca que mientras no haya un arreglo en la provisión de insumos eliminando los problemas de suministro y no se atempere la demanda como producto de los ajustes monetarios que ya se instrumentan (alza de tasas), seguiremos con precios elevados.
No es imposible –se lo hemos explicado ya varias veces en este espacio– que los incrementos anuales de los precios ya tiendan a la baja.
El pronóstico de los últimos cinco meses del año, de acuerdo con la encuesta que cada mes levanta Banxico entre expertos, es que tendremos una inflación de 2.8 por ciento para el lapso septiembre-diciembre.
En los primeros cinco meses del año el nivel fue de 3.2 por ciento.
La expectativa es que la tasa de inflación baje, pero que siga alta por lo menos todo el año.
El consenso calcula un 8.5 por ciento o poco menos para el cierre de 2022.
Así que más allá de la imagen política del gobierno, la realidad es que la inflación nos va a acompañar todavía por muchos meses.
Y, probablemente, a la par, tengamos una actividad económica cuyo dinamismo va a ir mermando.
Ya ayer vimos que el volumen de remesas no creció más.
Quizás en uno o dos meses, empecemos a ver que el consumo privado también empieza a decrecer.
No hay manera de que el gasto de las familias se mantenga sin cambio si las condiciones del entorno también lo hacen.
Ojalá lo anunciado ayer funcionara realmente para combatir la inflación, pero siendo realistas, creo que su alcance será limitado y tendremos que lidiar con los efectos de una política monetaria restrictiva, que habrá de mantenerse por un buen tiempo.