El pasado jueves 13 de octubre, el presidente López Obrador presentó una lista de 42 personas que, en su opinión, aspiran a convertirse en candidatos presidenciales de la oposición. Y, de hecho, al final agregó uno más para que fueran 43.
Hubo quienes se tomaron en serio ese listado, sin darse cuenta de que lo que el Presidente hacía era una enorme burla que, como buena parte de lo que dice, tuvo como propósito golpear a los opositores.
En ese listado aparecieron algunos nombres de personas que, efectivamente, han expresado su interés de ser candidatos opositores.
En algunos casos, como candidatos de una alianza y en otros simplemente como candidatos de un partido.
Pero, junto con ellos apareció una multitud de personajes que tienen como simple rasgo común el que han expresado juicios críticos respecto al Gobierno.
Vaya, y hubo incluso algunos casos en los que ni siquiera han expresado críticas. Y solo se agregaron como mera ocurrencia de López Obrador y sus colaboradores.
Me los imagino la tarde anterior, divertidos, en una reunión sumando los nombres que venían a su cabeza.
Además, el presidente López Obrador, con una imagen paternalista, se puso a dar consejos a la oposición para que pueda ser más efectiva.
El presidente, con esos gestos, transmite el mensaje de que ve a sus adversarios políticos totalmente fragmentados y con pocas posibilidades de tener candidatos competitivos.
El caso más claro es el de la alianza Va por México, integrada por PRI, PAN y PRD.
Aunque formalmente no se ha roto esa alianza e incluso existen altas probabilidades de que en Coahuila y en el Estado de México pueda postular a candidatos únicos a las gubernaturas, en el ámbito nacional, la alianza se encuentra metida en un laberinto.
Tras la traición del Alejandro Moreno al compromiso de no respaldar reformas constitucionales, las dirigencias del PAN y del PRD han condicionado la posibilidad de seguir con la alianza a nivel federal a que haya otra dirigencia priista.
Si Alito estuviera en la disposición de abandonar su puesto en aras de propiciar la formación de este acuerdo, tal vez la alianza podría concretarse. Pero, el control que tiene sobre los órganos directivos del PRI le asegura la permanencia en el liderazgo priista.
De este modo, pareciera que hay un obstáculo infranqueable para la alianza.
Cabe la posibilidad, desde luego, de que siga la alianza y PAN y PRD al final de cuentas accedan, pese a la presencia de Alito.
De cualquier manera, la relación estaría debilitada y con la expectativa de que puede reventar en cualquier momento.
El presidente López Obrador sabe que en el caso de esta alianza lo crucial no son los nombres de los partidos que la componen, sino que haya un candidato que pueda ser respaldado por todos y que tenga la posibilidad de obtener suficiente apoyo entre los electores.
No es el mismo caso en Morena. El cálculo que el presidente tiene es que el apoyo que dará a su candidato será crucial para movilizar a una parte amplia del electorado.
Ya le he comentado que, de acuerdo con algunos morenistas, aunque López Obrador no vaya a estar en la boleta del 2024, el que vaya a expresar públicamente el respaldo para cualquiera de sus ‘corcholatas’ será como estar allí apuntado.
En la mayoría de las encuestas de intención de voto, Morena aparece con una ventaja muy amplia respecto a sus contrincantes y en los careos que manejan nombres prácticamente cualquiera de los prospectos obtiene una gran ventaja.
En estos tiempos, sin embargo, las preferencias de los ciudadanos pueden cambiar rápidamente.
Por esa razón es que López Obrador utiliza parte de su tiempo, energía y tribuna para tratar de desdibujar a sus adversarios, como ocurrió con esa presunta lista de 43 personas que nuevamente manifestó la capacidad del presidente para establecer los temas de la agenda pública.
En algo sí tiene razón López Obrador: si la oposición no mete más velocidad al proceso de definición de su estrategia y posibles candidatos para el 2024, las posibilidades de posicionar nombres que hoy no sean tan conocidos o recordados entre la ciudadanía se van a hacer más y más limitada.
El argumento de que es mejor no exhibir a los prospectos para que no sean atacados por los partidarios de López Obrador y por el gobierno, ya no tiene sentido en este momento.
Tenga la certeza de que, de los aspirantes reales a la candidatura presidencial opositora, el gobierno ya cuenta con un amplio expediente en manos de la Unidad de Inteligencia Financiera, de la Fiscalía General de la República o del Centro Nacional de Inteligencia.
Hay que partir de la premisa de que cualquiera será atacado, justificada o injustificadamente.
Si no salen a la palestra pronto, “las corcholatas” de AMLO pueden volverse inalcanzables.