Me dijo uno de los aspirantes a ser candidato presidencial de la oposición que tenía la certeza de que, en cuanto se iniciara el proceso de designación del candidato de una alianza opositora, la dinámica política cambiaría radicalmente.
Su argumento es que el hecho de que los pocos aspirantes de Morena, realmente solo tres, vayan solos en la carrera hace sobreestimar tanto el respaldo que tienen de la ciudadanía como las intenciones de voto favorables hacia ellos.
En el momento, me decía, en el que los ciudadanos vean que hay otra opción, muchos que ahora están indecisos o que incluso se inclinan por Morena van a cambiar de perspectiva y la ecuación política nacional cambiará profundamente.
Obviamente, los aspirantes de Morena, las llamadas ‘corcholatas’, no piensan así y consideran que el gran respaldo que hoy tiene entre la ciudadanía el presidente López Obrador, va a trasladarse al candidato o candidata que él respalde, por lo que creen que la ventaja que ahora le dan las encuestas al partido en el gobierno habrá de mantenerse hasta el 2024.
¿Qué argumento es el correcto?
Es cierto que en el momento en que hubiera un candidato opositor respaldado por el PRI, PAN y PRD, pudiera obtener un apoyo mayor al de la mera suma de las intenciones de voto de cada partido por separado.
La encuesta que El Financiero publicó esta semana, indica que esa suma es de 35 por ciento frente al 49 por ciento de Morena y aliados.
Pero también es un hecho que si hay alguna persona del bloque en el gobierno que tenga el respaldo del presidente López Obrador y que no haya fractura en Morena, seguramente va a ‘heredar’ una parte importante del respaldo que hoy tiene el presidente.
Tenemos un proceso sucesorio que se ha adelantado. Y fue el propio presidente López Obrador quien lo propició. En otros tiempos tuvimos candidatos que arrancaron temprano, pero no una competencia tan adelantada.
Como en una maratón, no sabemos si las posiciones que hoy tienen los diferentes competidores en la carrera se mantendrán hasta el final, o habrá algunos que están adelantados, pero que finalmente se queden atrás.
Lo que muestra el evento organizado por el PRI esta semana, Diálogos por México, como el que organizó el PAN a principios de mes, Foro Ciudadano 2024, es que el consenso entre los políticos de ambos partidos es que debe mantenerse la alianza, a pesar de la fractura que sufrió por el voto del PRI a favor de la reforma para alargar el tiempo que las Fuerzas Armadas permanecerán con tareas de seguridad pública.
Me parece que la mayoría de los aspirantes –si no es que todos– entienden perfectamente que una oposición fragmentada le pone la mesa a un triunfo seguro de Morena.
Después de que se han develado ya los primeros aspirantes a ser candidatos presidenciales de PAN y PRI, la tarea nada sencilla que sigue es la definición de los procedimientos para seleccionar a uno de ellos.
Beatriz Paredes propuso la realización de elecciones primarias como una de las posibles fórmulas.
Más allá de revisar los procedimientos y tiempos que la ley define, este mecanismo permitiría una movilización opositora que quizás pudiera acercar un poco a sus aspirantes a los de Morena, que han tenido una exposición pública mucho mayor, usando sus cargos.
Para Morena la sucesión adelantada le ha valido obtener una ventaja como la que señalamos antes, pero la expone al riesgo de las divisiones, si los participantes consideran que hay ‘dados cargados’.
Los casos de Coahuila, con el conflicto entre Armando Guadiana y Ricardo Mejía, y del Estado de México, con el descontento de Higinio Martínez, son muestra de que Morena no está inmune a las divisiones, con consecuencias que hoy no son completamente anticipables.
Lo que es un hecho es que quienes piensen que ya desde ahora está resuelto el proceso electoral de 2024, se pueden llevar una gran sorpresa en los siguientes meses.