Hace unos días, cuando fue inquirido el presidente de la República a propósito del jaleo que se produjo por la cancelación de una reunión del secretario de la Defensa con legisladores, respondió que “eso no era nota”.
Y, en contraste, señaló que lo que sí era nota era el hecho de que el peso era la moneda que menos se había devaluado frente al dólar.
No podemos reclamar al presidente que no entienda la diferencia entre lo que es nota y no es nota. Finalmente, no se dedica al periodismo. Como presidente de la República, su responsabilidad es gobernar.
Sí podemos reclamarle el que pretenda imponer su criterio a los periodistas que simplemente están haciendo su trabajo en la conferencia mañanera y preguntando sobre lo que consideran relevante.
Noticia, nota, novedad, es lo que está cambiando el estado de las cosas.
Los cánones de siempre dicen que no es noticia que un perro muerda a un hombre. Es lo normal. Lo que resulta noticia es que un hombre muerda a un perro.
Por eso, los reporteros que hacen su trabajo preguntan sobre lo que es extraordinario, es decir, algo fuera de lo ordinario, como el que el secretario de la Defensa rechace comparecer ante los legisladores.
La fortaleza del peso frente al dólar fue nota. Cuando muchos esperaban que el peso se debilitara frente al dólar, como sucedió con otras monedas, no sucedió y vaya que fue noticia.
Pero resulta que esa circunstancia ya tiene muchos meses que prevalece. Ya se ha vuelto “la normalidad” y no puede repetirse una y otra vez, pues al dejar de ser novedad, también deja de ser noticia. Ya no es nota.
Hoy sería nota –qué bueno que no lo es– que el peso se debilitara y que tuviéramos una paridad de 21 o 22 por dólar.
No sorprende la visión de López Obrador. Prácticamente no hay gobernante que no quisiera que los medios comunicaran exclusivamente aquellos hechos que favorecen al gobierno.
Tampoco es sorpresa que quiera imponer esa visión a los medios. En el pasado así sucedía. La diferencia es que no lo hacía el presidente sino otros funcionarios que se dedicaban a esos menesteres.
Regresando al dólar, ha sido ventajoso para el control de la inflación en México que tengamos una paridad que prácticamente no se ha devaluado frente a la divisa norteamericana.
Entre el 30 de noviembre de 2018 y el cierre de ayer, la paridad del dólar, de acuerdo con los registros del Banxico (tipo de cambio Fix) no solo no se ha devaluado, sino que se ha apreciado en 0.9 por ciento.
En contraste, el llamado “índice dólar” que calcula Bloomberg, y que es una canasta de las principales divisas frente a la moneda norteamericana, marca una depreciación de 16 por ciento en el mismo lapso.
Por cierto, esta circunstancia ha empezado a convertir a México en un país relativamente caro, por ejemplo, para el turismo.
Los exportadores tampoco están felices con ese comportamiento de la paridad. Podrían ser aún más exitosos con un peso algo más débil.
Pero, sin duda tendríamos más presiones inflacionarias.
Hace un par de días, el subgobernador del Banxico, Gerardo Esquivel, señaló que México podría desvincularse de las decisiones de la Reserva Federal, lo que implicaría quizás ya no elevar las tasas de interés en la medida y los tiempos que lo hace el banco central norteamericano.
Si eso ocurriera, si realmente la mayoría de los integrantes de la Junta de Gobierno del Banxico así lo considerara, no sería remoto ver un peso más débil.
No sé cuál sea la opinión de los otros subgobernadores. Pero por lo que se ha visto en las minutas de las reuniones en las que se han tomado estas decisiones, no parece que en el corto plazo vaya a darse ese desacoplamiento, pues quizás generaría más presiones inflacionarias.
Así que, lo más probable, a mi juicio, es que el dólar siga sin ser nota. Y reitero, qué bueno que no lo sea.