Hoy se va a dar el banderazo para la construcción de una nueva planta de BMW en San Luis Potosí, orientada a la producción de autos eléctricos. La inversión será del orden de 800 millones de euros (alrededor de 870 millones de dólares).
Se trata de una de las inversiones individuales más relevantes que se han concretado en los últimos años en el sector.
Al mismo tiempo, hay un jaleo fuerte respecto a la posible ubicación de una planta de Tesla, que pretenden atraer Nuevo León, el Valle de México o el estado de Hidalgo.
Foxconn, la principal ensambladora de iPhone, también anunció recientemente que fortalecerá sus inversiones en México luego de los múltiples problemas que ha tenido en China.
La lista de ejemplos relevantes es larga.
El nearshoring no es una posibilidad o una aspiración. Se trata de un proceso que ya está ocurriendo.
En este espacio le comenté hace algunos meses que un alto directivo de uno de los bancos más grandes de EU me dijo: “A México le va a ir bien, incluso aunque los mexicanos no lo quisieran”. Respecto al nearshoring, la pregunta relevante no es si nos va a beneficiar o no. Los relevante es: ¿de qué dimensión será el beneficio?
Me parece que éste se va a mover en dos fronteras.
La más baja es que por inercia, y sobre todo empresas que ya están presentes en México, amplíen sus inversiones, como es el caso de BMW, que ya tenía una planta en San Luis Potosí, y ha decidido apostar por ampliar sus operaciones.
En el peor de los casos, tendremos algunos miles de millones de dólares adicionales en inversión extranjera directa, ubicados en los lugares que han estado atrayendo empresas desde hace tiempo.
La frontera más alta es una atracción masiva de inversiones, de decenas de miles de dólares adicionales por varios años, tanto en ubicaciones tradicionales como en otras zonas que ofrecen oportunidades.
Para llegar a este punto se requiere una política activa de todos los niveles de gobierno, que sepa remover los obstáculos a las inversiones y que tenga claridad que se trata de una oportunidad de las que se presentan una sola vez en varias décadas.
En el sector privado, hay cada vez más empresarios que entienden la singularidad de esta circunstancia.
Pero aun en el sector público, encuentro funcionarios públicos que saben que con ella se pueden agregar al menos un par de puntos al ritmo de crecimiento del PIB por un buen número de años, y con ello, tener un empuje al crecimiento que no hemos tenido en décadas.
El problema es que esas políticas activas implican decisiones que van en contra de las visiones ideológicas del actual gobierno federal.
El ejemplo más obvio y frecuentemente citado es el de la provisión de energía eléctrica limpia.
A pesar de proyectos, como el Parque Eólico de Puerto Peñasco, la realidad es que muchas empresas van a encontrar ese tope para instalarse en México.
Otro tema es el agua, que es escasa en parte del norte de la República donde muchas empresas están interesadas en instalarse.
Uno más es la infraestructura, y particularmente la logística.
Va a ser muy complicado que lleguen empresas a lugares en los que no hay suficientes vías férreas o puertos adecuados.
Un tema adicional de gran relevancia es la disponibilidad de mano de obra calificada.
La ventaja que existía por salarios más bajos en naciones emergentes es cada vez menos relevante.
Pero, en contraste, la clave es contar con suficientes técnicos y profesionales, que tengan las habilidades necesarias para atender procesos automatizados o de creciente complejidad.
Esa circunstancia, por ejemplo, pone en desventaja al sur del país.
Sí, el ‘nearshoring’ va a conducir a que nos vaya bien… aunque no lo quisiéramos.
Pero, pareciera que esta administración va a dejar pasar la gran oportunidad.
Será clave la política que emprenda el próximo gobierno federal para aprovecharla o… para perderla para siempre.