En México tenemos un adagio que dice que “al que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla”.
Y, viene perfectamente a cuento en el caso de la problemática que se está viviendo en el sistema bancario internacional.
Tanto autoridades como expertos han señalado que la dimensión de los problemas que se han enfrentado es mucho menor a la que tuvimos en 2008. Y tienen razón.
Pero, las decisiones que se han tomado en los últimos días parecieran decir otra cosa.
Por ejemplo, en contra de todas las normas prudenciales, las autoridades norteamericanas decidieron extender la protección a todos los depósitos bancarios del Silicon Valley Bank o del Signature Bank, y no solo a aquellos de 250 mil dólares o menos, como fijan las normas vigentes.
No hay sistema de seguros de depósito que pueda cubrir 100 por ciento de los depósitos bancarios, sin tener un costo inmanejable.
Pero las autoridades norteamericanas decidieron ignorar sus propias reglas para evitar que se fueran a presentar nuevas corridas bancarias.
Será difícil que en la siguiente quiebra bancaria no se garanticen los depósitos de esta manera, lo cual genera el mensaje de que los ahorradores pueden colocar sus recursos en cualquier institución, sin importar su calidad, lo cual es un pésimo mensaje para el sistema bancario.
Lo anterior ocurrió en Estados Unidos.
Pero en Europa, la compra de Credit Suisse por parte de UBS, que hubiera parecido imposible hace apenas unos cuantos días, también fue un recurso desesperado para asegurar que el pánico no se extendiera.
No solo hay un golpe fuerte a la competencia bancaria, sino que tiene que armarse la transacción en días cuando algo así requeriría normalmente de meses.
El Credit Suisse, por años, se había venido a pique por problemas internos y ahora se le ha rescatado. También hay un mensaje cuyas consecuencias pueden ser muy negativas.
Y, por si fuera poco, los bancos centrales acordaron el fin de semana un esquema de apoyos para los swaps en dólares para evitar que vayan a surgir problemas de falta de liquidez en alguna parte del mundo.
Por un lado, este conjunto de decisiones parece adecuado para prever una problemática mayor en los sistemas bancarios, que supuestamente no va a llegar, según dicen las autoridades.
En los dichos se asegura que estamos lejos de 2008, pero en los hechos, se quiere prevenir una crisis como la de entonces.
La realidad es que el ciclo alcista de las tasas de interés no ha concluido y es probable que mañana la Reserva Federal vuelva a decretar un aumento de un cuarto de punto en las tasas de interés.
Y, no sabemos aún si será el último.
En la medida que el costo del dinero sea mayor, los riesgos que corre el sistema bancario también aumentan.
El mayor de todos, sin embargo, tiene que ver con la confianza.
Los sistemas financieros operan sobre la base de la certidumbre que tienen los agentes económicos en que todo puede funcionar correctamente: que si voy a retirar mi dinero allí va a estar o si voy a cobrar mi crédito me lo van a pagar o voy a hacer uso de las garantías.
Si esta certidumbre se pierde, no hay manera de evitar que haya una espiral de desconfianza que se puede convertir en crisis.
En México, se dijo la semana pasada reiteradamente en la Convención Bancaria: tenemos una banca muy sólida.
Es cierto y los números lo demuestran.
Sin embargo, ante la posibilidad de que hubiera una crisis financiera de grandes proporciones, sería imposible que no nos afectara pese a la solidez de nuestra banca.
El efecto no solo sería en los bancos sino en otros intermediarios, y también en la cotización del peso frente al dólar, que ha resistido las turbulencias.
El de esta coyuntura pudiera ser un episodio que se supere.
Pero, quienes peinan canas saben que aquel viejo dicho: “esta vez es diferente”, se ha escuchado una y otra vez… antes de cada crisis financiera.
Así que más vale estar muy atentos y anticipar aún los peores escenarios.