El presidente López Obrador celebró el nombramiento de Guadalupe Taddei como nueva presidenta del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE).
“…es una mujer experimentada, vean su trayectoria. …tiene profesionalismo, es honesta, incapaz de actuar como el presidente que va saliendo, es una mujer íntegra”, dijo el viernes el presidente López Obrador, al referirse a la nueva consejera presidenta.
Igualmente, celebró el proceso de designación de los cuatro nuevos consejeros por insaculación, es decir, mediante tómbola, por considerar este mecanismo “más democrático”, que el que deriva de negociaciones entre partidos.
Me temo que hay razones para no estar optimistas respecto al futuro del INE y el contento presidencial con el resultado del proceso es una muestra de ello.
El atributo de ‘integridad’ es entendido por el presidente López Obrador de una manera peculiar. Para él, resulta honesta una persona que está de acuerdo con su visión ideológica mientras que no lo es quien difiere de ella, y menos aún quien lo confronta de manera abierta, como lo hicieron los consejeros Lorenzo Córdova y Ciro Murayama.
Su visión de la integridad poco tiene que ver con el cumplimiento de las leyes y el manejo pulcro de los recursos públicos. Y si asume que Taddei no va a hacer lo que Córdova, entonces implica que no habrá una defensa firme de la autonomía del Instituto.
Algunos reprueban la actitud protagónica que los dos consejeros salientes adoptaron en los últimos meses e incluso años.
Pero, probablemente sin la defensa pública del Instituto hecha por ellos, la historia sería hoy muy diferente y quizás tendríamos una autoridad electoral sometida desde hace tiempo al Ejecutivo.
En los últimos días ha surgido una corriente de opinión que celebra los nombramientos de los cuatro nuevos consejeros subrayando que se evitó que Morena tomara el control del INE.
Es cierto que entre los 11 consejeros que conducirán al INE desde mañana, cuando tomen posesión, no hay una mayoría absoluta de incondicionales a Morena.
Sin embargo, la dinámica de los consejos que gobiernan órganos como nuestra autoridad electoral, depende en buena medida de dos cosas: de los liderazgos que surjan en esos cuerpos colegiados y de los respaldos que tengan de la propia institución.
Aunque es sensato señalar que hay que darles el beneficio de la duda a los nuevos consejeros y en particular a la nueva presidenta, creo que en la coyuntura en la que nos encontramos, el no tener un liderazgo que asuma una defensa firme del Instituto podría conducir a que pierda capacidad para resistir las presiones tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo.
La mera celebración del nombramiento de la nueva presidenta por parte de López Obrador deja dudas.
Se presentó al menos un caso parecido, cuando Victoria Rodríguez Ceja fue propuesta por el presidente como gobernadora del Banxico y surgieron diversas voces que advertían respecto a la pérdida de autonomía del banco central.
A 15 meses de esa designación, ha quedado claro que la autonomía e independencia se mantuvieron. Ojalá sea así en el caso del INE.
Hay dos determinaciones que de manera más o menos rápida nos permitirán observar las tendencias del nuevo Consejo: el nombramiento del nuevo Secretario Ejecutivo del INE que habrá de sustituir a Edmundo Jacobo, así como los nombramientos de algunos directores ejecutivos del Instituto que también tomaron la decisión de renunciar a sus cargos al término del mes de marzo.El Artículo 41 de la Constitución establece que será Guadalupe Taddei, la nueva presidenta del Instituto, quien habrá de proponer al nuevo funcionario, propuesta que deberá ser aprobada por las dos terceras partes del consejo, lo que implica 8 votos al menos.
Ojalá me equivoque pero creo que gradualmente veremos un proceso de debilitamiento del Instituto que va a hacerse notar de manera más clara cuando reciba presiones del Poder Ejecutivo.