La ansiedad en los mercados financieros por el impacto del conflicto de Gaza se ha hecho más visible al paso de los días.
Los mercados bursátiles de todo el mundo registraron caídas ayer. Si bien no fueron importantes, acumulan pérdidas tras varios retrocesos. Por ejemplo, el índice Nasdaq está 3.7 por ciento por debajo del nivel que tenía el 12 de octubre.
Pero, donde se ve con más claridad la tensión es en el precio del petróleo, que ya está casi 10 por ciento por arriba del nivel que tenía antes de que se produjeran los ataques de Hamás.
Y los pronósticos que existen, claramente marcan una tendencia alcista que no descarta la posibilidad de que llegue a 100 dólares por barril.
En este contexto, ¿qué implicaciones tiene la estrategia para reducir las exportaciones de petróleo en 70 por ciento el próximo año, tal y como fue anunciado por el nuevo secretario de Energía?
Miguel Ángel Maciel anunció ayer que las exportaciones de crudo bajarían de un nivel de 1 millón 33 mil barriles en este año a 296 mil barriles el próximo, es decir, una reducción de 737 mil barriles diarios.
El argumento esgrimido es que México pierde 800 mil dólares por cada 100 mil barriles de crudo que exporta.
Usó el funcionario la metáfora expresada en varias ocasiones por el presidente López Obrador de que, al importar gasolinas y exportar crudo, es como si exportáramos naranjas e importáramos jugo de naranja.
Aunque parece muy clara la comparación, la realidad financiera de Pemex nos dice otra cosa.
Resulta que la filial de Pemex, PEP, dedicada a explorar y producir crudo, ha tenido consistentemente utilidades, mientras que PTI, la que opera las refinerías, explica las pérdidas de la petrolera.
Tan solo en los primeros semestres de este sexenio, hasta el 2023, la pérdida acumulada de la subsidiaria ha sido de 239 mil millones de pesos.
Si en lugar de vender el petróleo a terceros en el exterior, no se comercializa más el crudo y se entrega a PTI, creo que el riesgo de que Pemex incurra en más pérdidas es muy claro.
A pesar de la gran apuesta hecha por este gobierno, la producción de gasolinas pasó de 207 mil barriles diarios en 2018 a 267 mil en 2023, es decir, solo hubo un aumento de 60 mil barriles, una cantidad irrelevante.
En el caso del diésel, el incremento es de 22 mil barriles diarios adicionales.
La visión del presidente de la República es parecida a la vieja noción de la sustitución de importaciones que prevaleció en América Latina en las décadas de los 60 y 70.
La política industrial hoy considera las ventajas de la especialización, así como la complementariedad económica.
Si apostáramos en otras industrias por no importar, México no tendría el atractivo que tiene en el marco del nearshoring y sus perspectivas serían más limitadas.
Las calificadoras tendrán que evaluar las implicaciones que esta decisión tiene para las finanzas públicas.
Salvo S&P, las otras dos grandes (Moody’s y Fitch) ya degradaron la deuda de Pemex y la califican como “bono chatarra” o especulativo.
S&P considera que al tener Pemex respaldo del gobierno federal, las dos deudas deben ser valoradas con la misma nota.
El riesgo es que, si se percibe que la estrategia para debilitar las exportaciones petroleras aumenta la demanda de recursos de la empresa, podría considerar que las finanzas públicas se debilitarían y quizás entonces degradar la deuda del gobierno federal.
Ojalá no, pero vamos a correr ese riesgo.