La historia tiene a veces vértices en los que se producen puntos de quiebre.
Algunos piensan que hay un determinismo y que el curso de los acontecimientos va a ir en una sola dirección.
Por ejemplo, los marxistas, aquellos partidarios de lo que se denomina el ‘materialismo histórico’, consideran que la senda de la historia camina en una sola dirección, la de la dictadura del proletariado. Imagínese.
Hoy, hay pocos marxistas que lo declaren. Pero hay muchos más que son vergonzantes. Siguen con la visión del mundo con la que se formaron, allá en las décadas de los 70 u 80, pero saben que ya no pueden alardear de ella.
En contraste, del otro lado, hay una gran corriente de la oposición que piensa que Claudia Sheinbaum es una marxista militante. Suponen que piensa que las sociedades evolucionan gracias a la lucha de clases y que aborrece sinceramente a los empresarios, a quienes ve como explotadores. Y que hay que impedir que esta ‘marxista’ llegue al gobierno.
Si a algunos de las decenas y decenas de empresarios con los que Sheinbaum se ha reunido en las últimas semanas les dicen eso, la respuesta es: no les creemos.
Yo he hablado con muchos, que perciben una actitud sensata de la aspirante de Morena.
Pero, de inmediato llegan los memoriosos, con justa razón, y dicen: fue lo mismo hace seis años.
Organizados por Alfonso Romo o Julio Scherer, los empresarios que estaban expectantes de la propuesta de AMLO en 2018 encontraron que parecía haber propuestas coherentes, entre ellas preservar el proyecto del aeropuerto de Texcoco, lo que no ocurrió.
Hoy muchos piensan que será lo mismo: Morena y Claudia están engañando a los empresarios, como pasó hace seis años.
Suponen que hoy los seducen para alinearlos al proyecto oficialista y en pocos meses más les van a dar un puntapié para quitárselos de encima.
Ignoran que las circunstancias concretas hoy son muy diferentes.
La historia no se repite, salvo que sea una comedia.
Obviamente, el ‘materialismo histórico’ es una falacia. No hay ningún determinismo y el futuro se va a decidir en función de lo que hagan las sociedades.
Ni Claudia es AMLO, ni Xóchitl es Anaya o José Antonio Meade.
Hoy las circunstancias son diferentes.
Coincido con quienes dicen que las encuestas de hoy no implican el escenario del 2 de junio.
Pero difiero enfáticamente de quienes dicen que aquellas que le dan a Claudia una amplia ventaja (la de El Financiero le da 22 puntos) son compradas y pagadas por el oficialismo.
No es así y lamento mucho la visión de quienes piensan de esta manera.
Lo hago porque pienso que la única manera de remediar un mal es hacer un diagnóstico correcto.
Si se piensa que todas las encuestas que le dan una ventaja amplia a Claudia son manipuladas o compradas, es como un paciente que tuviera una apendicitis lo negara e insistiera es que se trata de un catarro.
Nada tiene que ver.
Si el equipo de Xóchitl Gálvez sigue pensando que en realidad van solo a seis puntos de distancia, como algunos encuestadores afines les dicen, van a continuar con el tratamiento del catarro, aunque el problema sea una apendicitis… y en poco tiempo se convierta en una irremediable peritonitis.
Pero, sus bases duras nos van a lanzar una campaña, señalándonos como comprados por la 4T y partidarios sin cortapisas de Claudia, carentes de objetividad y todos los insultos subidos de tono que usted se imagine.
Por lo menos yo, con este y otros textos, pretendo ayudar a la competencia electoral.
Si no se entiende así, lo lamento.
Y, como ya le he dicho desde hace meses, en este ambiente polarizado, pareciera que ya no tenemos cabida quienes pretendemos tener una opinión imparcial.
Pero, ni modo, esta columna empezó a publicarse en 1988, criticando a los intocables de cada periodo y yendo contra corriente.
Está por cumplir 36 años.
Estamos curtidos. Y sabemos que, en el corto o largo plazo, la historia da la razón a quien la tiene.