Un hecho usualmente ignorado en los análisis de las elecciones de noviembre en Estados Unidos es el ‘factor Kennedy’.
Hay un personaje que aparece cada vez con más frecuencia en las encuestas respecto a los candidatos presidenciales. Se trata de Robert Kennedy Jr.
Es abogado, escritor y activista, hijo del asesinado Robert F. Kennedy y por tanto, sobrino del también asesinado presidente John F. Kennedy.
Se ha destacado por su defensa de causas ambientales, como la protección de los ríos, la lucha contra el cambio climático y la oposición al fracking.
Pero su visión heterodoxa de la política también incluye posturas antivacunas, que han sido criticadas por la comunidad científica y médica al difundir información falsa sobre la seguridad y eficacia de las vacunas.
También ha apoyado teorías conspirativas sobre el asesinato de su tío y el origen y la difusión de la pandemia de COVID-19.
Ha publicado varios libros sobre temas ambientales y políticos, como Crimes Against Nature), The Riverkeepers y American Values. También ha fundado o colaborado con varias organizaciones no gubernamentales, como Waterkeeper Alliance, Children’s Health Defense y World Mercury Project.
No pasaría de ser uno de esos excéntricos que aparecen de vez en vez en Estados Unidos y quieren convertirse en candidatos presidenciales si no fuera porque lleva el que quizás sea el apellido más célebre de la política norteamericana, y porque las circunstancias de la coyuntura lo han colocado como un aspirante que puede pesar.
El sistema electoral de los Estados Unidos, basado en un Colegio Electoral y no en la votación popular, hace las cosas difíciles para los candidatos independientes, pero se han presentado algunos casos que han influido en el resultado final.
Uno de ellos ocurrió en 1912, cuando el ex presidente Teddy Rooselvet se lanzó como candidato por el Partido Progresista, una organización que creó al salirse del Partido Republicano, cuyo votó dividió, lo que permitió el triunfo de Woodrow Wilson, de los demócratas.
En 1992 se lanzó como candidato del Partido Reformista el millonario Ross Perot. Aunque no logró ganar ningún voto para el colegio electoral, obtuvo 19.7 millones de votos, el 18.9 por ciento del total, con lo que impactó negativamente la votación de George H.W. Bush, quien fue derrotado por Bill Clinton.
En las elecciones del año 2000 en las que George W. Bush le ganó la contienda a Alan Gore por apenas unos cuantos votos en el estado de Florida, fue determinante la participación del ambientalista Ralph Nader candidato del Partido Verde, quien obtuvo 2.9 millones de votos, que de haberse dado a favor de Gore, quizás hubieran cambiado el resultado final… y tal vez la historia.
Las encuestas más recientes indican que si Robert Kennedy Jr. consigue aparecer en las boletas electorales, su presencia será más que marginal.
Una encuesta nacional del Centro de Estudios Políticos de América de la Universidad de Harvard y la encuestadora Harris que fue levantada a finales de febrero, le daba a Kennedy nada menos que el 18 por ciento de la intención de voto frente al 44 por ciento de Trump y el 37 por ciento de Biden.
En este estudio, si se quitara el ‘factor Kennedy’, Trump obtendría el 53 por ciento contra 47 por ciento de Biden.
Es decir, el impacto sería más o menos parejo.
Sin embargo, siendo un candidato con posiciones tan heterodoxas y poco consistentes, es incierto el efecto que podría tener en caso que lograra participar en la contienda y lograr el resultado que anticipan las encuestas.
Veremos en las próximas semanas si Robert Kennedy Jr. se convierte en una mera anécdota de la política norteamericana o si es un factor que cuente en el resultado electoral de noviembre.
Su presencia, de cualquier manera, es una llamada de atención para reconocer que nada está escrito respecto al resultado electoral de noviembre.
Dar por triunfador a Trump desde ahora, a mi juicio, es equivocado.