¿Qué significa para los ciudadanos de a pie o para las miles de Pymes que hay en el país que las tasas de interés vayan a tardar más tiempo en bajar en Estados Unidos y México?
Hago esta pregunta porque muchas veces pareciera que cuando se habla de política monetaria e inflación nos referimos a un asunto que poco tiene que ver con la vida diaria de las personas o las empresas.
No es así.
Pero, déjeme comenzar planteando algunos hechos.
Ayer, se dio a conocer que la variación del PIB de EU en el primer trimestre fue de 1.6 por ciento a tasa trimestral anualizada y quedó por debajo de la expectativa de 2.5 por ciento, pero el deflactor o PCE, indicador de inflación que sigue de cerca la Fed, repuntó 3.7 por ciento contra 3.4 por ciento previsto.
Empieza a extenderse la opinión entre expertos de que, si la inflación continúa con resistencia a bajar, quizás lo más que podría esperarse este año es un recorte de un cuarto de punto en la segunda mitad del año.
Este dato impactó la mañana de ayer la cotización del peso frente al dólar, que subió casi hasta 17.40, aunque luego descendió.
En el caso de México, los datos de la inflación en la primera quincena de abril tampoco fueron buenos, y el índice quedó en 4.63 por ciento, aunque la inflación subyacente se mantuvo relativamente estable en 4.39 por ciento.
Con esta información, se da prácticamente como un hecho que, en la próxima reunión del 9 de mayo, la Junta de Gobierno del Banxico deje sin cambio las tasas.
La siguiente ocasión en la que habrán de revisarse será el 27 de junio. La mayoría cree que será entonces cuando se decida un nuevo ajuste.
El que Banco de México no vaya a bajar pronto sus tasas eventualmente significará que las tasas de referencia van a seguir altas.
Si usted tiene una línea de crédito para su Pyme, actualmente –con variantes según el caso– paga algo así como TIIE a 28 días más 7 puntos, lo que equivale a poco más de 18 por ciento.
Si, como persona física, tiene una tarjeta de crédito y no es ‘totalero’, es decir, no paga el saldo completo cada mes, entonces pagará una tasa que en el mejor de los casos puede estar en un rango de 40 a 45 por ciento y en el peor, rebasar el 100 por ciento.
La persistencia de tasas elevadas también ha sido uno de los factores que ha incidido en la fortaleza del tipo de cambio frente al dólar y otras divisas.
Sin embargo, ya vimos que al ser el peso una moneda a la que se apuesta especulativamente en mercados internacionales, es propensa a la volatilidad, más incluso que otras divisas.
En esta historia también hay ganadores.
Algunos instrumentos de inversión han obtenido rendimientos elevados, como no se habían visto en muchos años, pues, por ejemplo, en la última subasta los Cetes a 28 días pagaron 11.04 por ciento.
Pero tasas elevadas también pueden producir minusvalías en el caso de instrumentos financieros que incorporan tasas a plazos mayores.
Diversos fondos de inversión o incluso Siefores, no han tenido su mejor año en virtud de esta circunstancia.
Otro de los perdedores es el gobierno. El costo de la deuda pública se ha ido para arriba.
Durante los primeros dos meses, los intereses, comisiones y gastos derivados de la deuda del gobierno federal crecieron 26 por ciento en términos reales y llegaron a 86 mil 803 millones de pesos.
Solo para comparar, en el mismo periodo de 2019, el primer año de esta administración, ese costo fue de 36 mil 499 millones de pesos, lo que representa menos de la mitad en términos nominales.
No se puede ignorar el estrés que se produce en la economía por las elevadas tasas de interés, una condición que habrá de permanecer en buena parte de este año si no es que en todo.