Seguimos con el misterio del nearshoring.
Pocos dudan ya que el proceso de relocalización industrial esté siendo uno de los factores que ha detonado la inversión productiva en México.
Así lo prueban encuestas realizadas por el Banco de México, así como la fuerte demanda de terrenos industriales en algunas zonas del país.
Sin embargo, los testimonios que hablan de una nueva corriente de inversiones asiáticas, y especialmente de China, sigue sin manifestarse en las cifras de inversión extranjera directa (IED) al primer trimestre de 2024, que el martes por la noche dio a conocer la Secretaría de Economía.
La cifra, en comparativos consistentes con datos preliminares, fue un máximo histórico y alcanzó los 20 mil 313 millones de dólares, monto que superó por 9 por ciento al del año pasado y por 4.6 por ciento al de 2022, que era el máximo registrado si se consideraban las atípicas operaciones de Aeroméxico y Televisa-Univision que se realizaron en ese periodo.
Pero, lo que manifiestamente resulta sorprendente es que solo 599 millones de dólares hayan correspondido a nuevas inversiones, una cifra 36 por ciento inferior a la del mismo lapso del año anterior y que representó solo el 2.9 por ciento de la inversión total.
El grueso de la inversión realizada, el 96 por ciento corresponde a reinversión de utilidades, que necesariamente es realizada por empresas establecidas en México.
Sigo creyendo que tenemos un serio problema de registro de las inversiones de algunas zonas, especialmente de China.
Resulta que, al analizar la IED por origen, la procedente de China no está ni en los primeros 10 lugares, aunque en anuncios de inversión aparece en el número 2, solo detrás de Estados Unidos.
Al hacer un comparativo de la inversión fija bruta total en los primeros dos meses del año contra el mismo periodo del 2023, encontramos que hay un alza de 11.9 por ciento.
Y si el comparativo es contra los datos del primer bimestre de 2019, el alza es de 15.9 por ciento, una cantidad ya muy superior a la que teníamos antes de la pandemia y que promedia un crecimiento de 3 por ciento al año, dato muy arriba del crecimiento medio de otras variables económicas.
Notoriamente, hay más inversión hoy en México y una parte de ella seguramente corresponde a inversiones foráneas.
Ayer le comentábamos en este espacio el conflicto comercial que existe entre Estados Unidos y China, que condujo a una nueva ola de aranceles a productos chinos que fue anunciada esta semana.
Es probable que diversas empresas de origen chino estén buscando cómo no estar en el blanco de la autoridad comercial norteamericana, para lo cual se hayan creado vehículos jurídicos para tratar de que la inversión no aparezca como inversión china.
Otra de las hipótesis plausibles es que diversas empresas foráneas, ante la inminencia del proceso electoral en México estén postergando decisiones de inversión a la espera de tener señales más claras.
Otras más podrían incluso tener un compás de espera más abierto, y consideren el posible impacto de la elección de Estados Unidos, antes de tomar alguna decisión respecto a inversiones importantes.
Son especulaciones. Pero lo que resulta cierto es que el presunto efecto del nearshoring, que debiera haber incrementado las nuevas inversiones, sigue sin aparecer en México.
¿Será acaso que el nearshoring está siendo mucho ruido y pocas nueces? ¿O hay algo aún que no hemos entendido del todo?