Coordenadas

¡Todos a votar!

Una tasa alta de participación es garantía de mayor legitimidad del triunfo de quien gane y puede ofrecer una mayor estabilidad política para el futuro.

Hoy se realizan en México las elecciones más grandes de la historia, no solo por la cantidad sin precedente de puestos que se elegirán, más de 20 mil, sino también por la cantidad sin precedente de electores que acudirán a las urnas.

La lista nominal de electores alcanzó poco más de 98 millones de ciudadanos.

Aún si solo acudiera a votar el 60 por ciento, es decir, por abajo del promedio que lo ha hecho en las últimas elecciones, resultaría en 58.8 millones de votos.

En el 2018 se había obtenido el mayor registro hasta ahora, con 56.6 millones.

¿Qué tanto han participado en las votaciones los electores a lo largo de la historia?

Los primeros registros relativos a la tasa de participación ciudadana datan de 1964.

En aquel año contendieron Gustavo Díaz Ordaz y Jesús González Torres, con triunfo del primero con el 88.8 por ciento de los votos y con una participación del 69.3 por ciento del padrón.

El problema con las estadísticas de aquellos tiempos es que votaban hasta los muertos o había ciudadanos que los hacían en múltiples ocasiones, de modo que las cifras son muy poco confiables.

El colmo de ese viejo sistema político llegó con la elección de 1976, en la cual contendió José López Portillo… contra nadie, pues fue candidato único, presuntamente con una participación del 67.94 por ciento del padrón.

Las primeras elecciones realmente competidas celebradas en México en tiempos recientes fueron las de 1988.

Tal vez algunos recuerden y otros se hayan enterado de la contienda entre Carlos Salinas de Gortari, Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra.

En esas controversiales elecciones, Salinas ganó con el 50.36 por ciento de los votos y también con una tasa de participación electoral del 52.01 por ciento, la más baja de la que hasta entonces se tuviera registro.

Es decir, al final de cuentas solo lo respaldó el 26.2 por ciento del padrón.

Esa es quizás la razón de fondo por la que las instituciones políticas de México tuvieron que iniciar un profundo proceso de transformación.

La elección de 1994 es la que tiene el récord en cuanto a la tasa de participación de los ciudadanos pues alcanzó el 77.16 por ciento en el proceso en el que Zedillo se impuso a Diego Fernández de Cevallos y a Cuauhtémoc Cárdenas.

Desde entonces las tasas de participación ciudadana, ya con un instituto electoral autónomo que garantizaba el proceso, bajaron sustancialmente.

Aún en la primera alternancia en la presidencia de la República, cuando Vicente Fox ganó la elección en el año 2000, se alcanzó solo el 63.97 por ciento del padrón.

Fue de 58.55 por ciento en el competido proceso de 2006, cuando triunfó Felipe Calderón frente a López Obrador, con el margen más estrecho que se haya registrado hasta ahora.

La tasa volvió a subir al 63.10 por ciento en las elecciones del 2012, que dieron el triunfo a Enrique Peña Nieto.

Y en las elecciones del 2018, alcanzaron el 63.42 por ciento del padrón.

Hemos tenido en México tres alternancias en la presidencia: la de Fox, la de Peña Nieto y la de López Obrador. En todas ellas, la tasa de participación ciudadana ha sido superior al 63 por ciento del padrón.

Pero el nivel máximo de participación dio continuidad al mismo partido, cuando Zedillo obtuvo la presidencia.

Es una incógnita lo que pueda suceder el día de hoy.

Pero, al margen del resultado y de las preferencias políticas de cada uno, una tasa alta de participación es garantía de mayor legitimidad del triunfo de quien gane y puede ofrecer una mayor estabilidad política para el futuro, con lo que gana al país.

Así que no debe haber pretextos para que todos acudamos a las urnas este día.

¡A votar!

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