Uno de los argumentos planteados con frecuencia para defender la reforma judicial en México es que la elección de ministros, magistrados y jueces hará que en México haya más democracia.
Por esa razón les resulta inconcebible que un grupo de ministros pueda tener el poder para frenar una reforma constitucional.
El argumento es que 35 millones cuentan más que 8 personas.
El problema es la confusión de la democracia con las elecciones. Se trata de cosas diferentes.
La democracia es un sistema político basado en la existencia de mecanismos de autocorrección, que, aunque le da el poder a la mayoría, le impone restricciones.
Pero en esta ocasión le dejo el argumento a Yuval Noah Harari.
En su más reciente libro, dedicado a la historia de la información y los retos de la inteligencia artificial, analiza también los sistemas políticos como la democracia, la autocracia, la tiranía… o la dictadura de la mayoría que nada tiene que ver con la democracia. Los subrayados son míos.
Dice Harari:
“La definición de la democracia como una red de información distribuida con mecanismos de autocorrección sólidos contrasta claramente con la idea común pero errónea que equipara la democracia solo con las elecciones. Las elecciones son una parte fundamental de la caja de herramientas democrática, pero no son la democracia. En ausencia de mecanismos de autocorrección adicionales, unas elecciones pueden amañarse con facilidad. Por sí solas, unas elecciones completamente libres y justas no garantizan la democracia. Porque ‘democracia’ no es lo mismo que ‘dictadura de la mayoría’”.
Dice un poco más adelante:
“Es habitual que, para socavar la democracia, los hombres fuertes, ataquen uno a uno sus sistemas de autocorrección a menudo comenzando por los tribunales y los medios de comunicación. El típico hombre fuerte, o bien priva a los tribunales de sus poderes, o los llena de gente de confianza e intenta acabar con los medios de comunicación independientes mientras construye su propia y omnipresente maquinaria de propaganda”.
“…en una democracia, hay dos cestas de derechos protegidos del control de la mayoría. Una contiene los derechos humanos. Una democracia prohíbe que el 99 por ciento de una población pueda exterminar al 1 por ciento restante porque esto viola el derecho humano más básico, el derecho a la vida.
“La segunda cesta fundamental de derechos contiene los derechos civiles. Son las normas básicas del juego democrático, las que consagran sus mecanismos de autocorrección. Un ejemplo claro es el derecho al voto. … . Otros derechos civiles incluyen la libertad de prensa, la libertad académica y la libertad de reunión, que permiten que los medios de comunicación independientes, las universidades, y los movimientos de oposición cuestionen al Gobierno”.
Un poco más adelante, las cosas se explican en los siguientes términos:
“Es particularmente importante recordar que las elecciones no son un método para descubrir la verdad. En realidad, son un método para mantener el orden cuando se trata de decidir entre los deseos en conflicto de la gente. Más que la verdad, las elecciones establecen lo que la mayor parte de la gente desea. Y la gente suele desear que la verdad sea algo diferente de lo que es. Por ello, las redes democráticas mantienen ciertos mecanismos de autocorrección con el objetivo de proteger la verdad incluso de la voluntad de la mayoría.”
“Naturalmente, las instituciones académicas, los medios y el sistema judicial pueden también hallarse comprometidos por la corrupción, los prejuicios o el error. Pero es probable que subordinarlos a un Ministerio de la Verdad gubernamental empeore las cosas. En las sociedades desarrolladas, el Gobierno ya es la institución más poderosa y suele ser el más interesado en distorsionar u ocultar hechos inconvenientes. Permitir que el Gobierno supervise la búsqueda de la verdad equivale a encargar al zorro que vigile el gallinero.”
Harari analiza un poco más adelante el populismo en sus diferentes expresiones.
Pero eso ya será materia de un próximo artículo.