En los pasados seis años hubo cuatro entidades de la República que crecieron a un ritmo superior al ansiado 4 por ciento anual que buscamos desde hace muchos años. Se trata de Baja California Sur, Aguascalientes, Quintana Roo y Querétaro.
Dos de esas entidades tienen una vocación claramente turística y se han convertido en los principales polos de atracción de visitantes extranjeros. Los otros dos son estados que han tenido un fuerte impulso en la manufactura, y especialmente en las exportaciones.
Pese al extraordinario dinamismo de estas regiones, el hecho de que el valor combinado de su PIB sea apenas equivalente al 6 por ciento del total nacional, conduce a que el efecto de arrastre de su crecimiento sobre el conjunto del país sea muy limitado.
¿Qué es lo que ocurre con las entidades cuya economía pesa más?
Tuvieron un crecimiento más bien mediano.
La Ciudad de México creció el pasado sexenio a un ritmo de 2.9 por ciento al año, un poco más que el promedio nacional. El Estado de México lo hizo a 2.4 por ciento; Nuevo León también a 2.9 por ciento y Jalisco a 3.6 por ciento. Este último fue el estado más dinámico entre las grandes economías regionales.
Y, a diferencia de los estados que crecieron de manera más acelerada, cuyo peso es escaso, tan sólo estas cuatro entidades representan el 40.7 por ciento de la economía mexicana.
Hay dos estados que en los pasados seis años no sólo no crecieron, sino que registran fuertes caídas en su PIB: Tabasco y Campeche. El primero retrocedió a una tasa anual media de -4.2 y el segundo de -5.5 por ciento.
Otro estado que también quedó en números rojos en el sexenio anterior fue Chiapas, con una caída promedio de -0.6 por ciento al año.
Hay otra serie de estados que apenas crecieron, con registros debajo de 1 por ciento. Se trata de Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas.
Otros quedaron abajo del 2 por ciento en su promedio anual: Durango, Guerrero, Tamaulipas y Oaxaca.
No lo canso con más detalles y más cifras. El Inegi ofrece la información de cada entidad.
Es claro que tenemos un país en el que conviven desempeños exitosos muy localizados con un comportamiento generalizado, que es más bien mediocre.
Incluso, si vemos el corto plazo, observamos que, en el último trimestre de 2018, ya no sólo fueron tres (como en el promedio sexenal) sino 10 entidades, las que tuvieron una caída en su PIB.
Hoy se dará a conocer el Plan Nacional de Desarrollo, uno de cuyos componentes debiera ser el buscar un desarrollo más equilibrado.
La anterior administración había apostado a las Zonas Económicas Especiales como una de las estrategias para incentivar el desarrollo en estados con atraso.
La semana pasada se ratificó que esa estrategia se va a desechar y se apostará ahora a los proyectos de infraestructura.
Me parece que se trató de una decisión precipitada que mató el proyecto antes de que avanzara sin darle el tiempo para su maduración.
Aún está por verse si el tren maya o el proyecto para el desarrollo del Istmo, tienen el potencial de empujar el desarrollo de entidades como Chiapas, Oaxaca o Veracruz.
En no mucho tiempo habrá oportunidad de valorar si funcionaron o se sumaron a los intentos infructuosos que se han hecho desde hace muchos años.