En México hemos dejado pasar oportunidades diversas en las últimas décadas. Hoy, podemos dejar pasar otra.
Déjeme hacer un poco de historia.
El Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) cambió a México.
Su vigencia fue de 9 mil 658 días. Fueron 26 años y medio en los cuales el país se transformó radicalmente.
Las exportaciones crecieron casi nueve veces en ese lapso, a una tasa anual promedio de 8.4 por ciento, pero la economía apenas rebasó el 2 por ciento anual en ese periodo.
No pudimos lograr que el gran éxito exportador creara otra dinámica en el conjunto del país.
Desde ayer, el TLCAN ya es historia. Ahora está vigente el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).
El nuevo Tratado puede propiciar una gran transformación de México.
Hay quienes opinan que esto no será así. Dicen que el Tratado vigente hasta este martes resultaba más favorable para México y que con el nuevo acuerdo, incluso habrá un retroceso.
Difiero. Si otro fuera el contexto internacional, podría tener razón ese argumento. Sin embargo, desde el triunfo electoral de Donald Trump, las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos habían estado bajo amenaza.
El hecho de que a partir del día de ayer exista nuevamente un instrumento jurídico que da certeza a largo plazo cambia positivamente el ambiente económico que teníamos desde finales de 2016, tras el triunfo de Trump.
Pero, como le hemos comentado insistentemente, la única manera de aprovechar ese nuevo instrumento es creando condiciones que hagan realmente atractiva la inversión en México.
El potencial de cambio que tiene el nuevo Tratado es incluso superior al del acuerdo original. La nueva 'guerra fría' entre China y Estados Unidos ofrece una oportunidad irrepetible.
Debemos entender que el mundo está cambiando y México está en una condición única para aprovechar ese cambio.
La conjugación de esa circunstancia con la entrada en vigor del T-MEC constituye una circunstancia única que, si se aprovechara, podría convertir a la economía mexicana en un caso atípico en el mundo por su crecimiento acelerado.
El problema es que pareciera que en el gobierno actual, este hecho, ni se entiende plenamente ni tampoco existe la voluntad de aprovecharlo.
Más allá de que el propio presidente López Obrador se haya referido en su Informe de ayer a este cambio en las cadenas productivas, no entiende que la inversión no llegará si no se le promueve. No con palabras y discursos sino con hechos que construyan confianza.
Sé que dirigentes del sector privado propusieron al gobierno realizar una amplia gira internacional para promover las inversiones para México tras la entrada en vigor del T-MEC. Sin embargo, no encontraron eco.
El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, señaló ayer a través de sus redes sociales que el viaje del presidente López Obrador a Washington la próxima semana era el punto de partida para promover las oportunidades que abre el nuevo Tratado.
La realidad es que por más viajes que se hagan, las inversiones no llegarán si no existen decisiones de política pública que cambien la percepción que hoy domina, en el sentido de que el actual gobierno no es amigo de las inversiones privadas.
En la encuesta realizada entre especialistas del sector privado, que el día de ayer dio a conocer el Banxico, se observa que el porcentaje que cree que este es un buen momento para invertir en México es de: ¡cero por ciento!
Mientras no se parta del reconocimiento de que se necesita reconstruir la confianza de los empresarios y los inversionistas, difícilmente se le podrá sacar provecho al nuevo Tratado.
Como hoy se ven las cosas, es probable que lo convirtamos en otra oportunidad perdida.
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