Desde hace varias semanas, los expertos epidemiólogos de la Secretaría de Salud, así como sus asesores matemáticos, habían previsto que el llamado contagio comunitario del COVID-19 habría de ocurrir probablemente en los últimos días del mes de marzo.
Sobre esta base, se diseñaron estrategias y políticas. Se establecieron rigurosos protocolos para filtrar a los probables contagiados por la pandemia y evitar que hubiera un flujo masivo de personas agripadas demandando el examen.
Otro criterio que prevaleció en las autoridades fue que el costo-beneficio de instrumentar medidas de aislamiento social se justificara. Y, por ejemplo, permitieron que se realizara el festival Vive Latino, aduciendo escasos beneficios en salud y altos costos económicos.
Por la misma razón, se han mantenido espectáculos públicos y la operación de cines y teatros.
O, por ejemplo, se permite que hoy más de mil personas celebren en la Torre de Pemex la festividad del 18 de marzo. Aunque en ese caso, el costo-beneficio sea político.
Las autoridades de Salud, con el respaldo y simpatía del presidente López Obrador, consideraron que la aplicación de medidas de aislamiento social debía darse en el momento en que ya fuera claro que hay una transmisión comunitaria del coronavirus, no antes.
México no ha sido el único país que aplicó estos criterios. El Reino Unido hizo algo parecido. Hoy, sin embargo, está ajustando la estrategia luego de críticas severas, de científicos y otros gobiernos… y de los mil 960 casos que tiene con 55 muertos.
En el plazo de unos cuantos días, aun en los modelos epidemiológicos de los expertos de Salud, tendremos en México ya una transmisión comunitaria, y en pocas semanas los contagiados se contarán por miles y los muertos estarán en varias decenas.
No es un mal augurio, se trata simplemente del análisis de lo que ha ocurrido en otros lugares.
El gobierno optó por evitar costos económicos de corto plazo, arriesgando que haya más contagios.
En una pandemia nunca hay suficiente información y siempre hay el riesgo de tomar decisiones equivocadas. Pero es mucho peor equivocarse, arriesgando vidas y un mayor contagio, a equivocarse generando costos económicos y políticos.
Al final, es muy probable que si la dimensión del problema crece por no haber tomado acciones tempranas, el costo económico de largo plazo vaya a ser aún mayor.
Además, el problema para el gobierno de López Obrador es que muchos, afuera y adentro del país, señalarán que esto es resultado de la estrategia instrumentada por el gobierno.
No sabemos a ciencia cierta cuántos contagios se habrían podido evitar si la decisión del aislamiento social hubiera sido más temprana.
Pero sí sabemos que los contagiados y fallecidos se le van a endosar a una estrategia que optó por esperar antes de aplicar medidas más estrictas de distanciamiento social.
Es probable que el presidente de la República no esté consciente del enorme costo político que esta estrategia le va a representar.
De hecho, por sus expresiones y actitudes no parece estarlo. Pareciera que esperara algún milagro que evitara el tremendo impacto que la pandemia va a tener en México.
Estamos frente a una crisis mundial sin precedente y el gobierno mexicano opera como si se tratara de un problema menor.
Ya se lo comenté la semana pasada y lo repito: tal vez me equivoque, pero para la sociedad mexicana habrá un antes y un después de esta crisis.
El 'antes', ya sabemos qué era, pero el 'después' es un terreno incierto y oscuro, del que no podemos anticipar gran cosa.