El Banco de México tiene reservas internacionales por 194 mil 361 millones de dólares.
Y es una cantidad que se le antoja a muchos.
De una u otra forma, han existido propuestas para que el gobierno o Pemex, tomen parte de esas reservas para sus propósitos.
¿Puede el gobierno echar mano de esos recursos?
A mi parecer, no. Permítame explicar por qué no lo creo.
1.- El Banco Central es autónomo. Dice el párrafo sexto del artículo 28 de la Constitución: "El Estado tendrá un banco central que será autónomo en el ejercicio de sus funciones y en su administración". Así que, de entrada, ni el Consejo de Administración de Pemex ni el Congreso, ni la administración pública, tienen nada que hacer con la discusión de cómo debe invertir Banxico sus reservas.
2.- La Junta de Gobierno del Banxico está libre de toda sospecha. Entre las mejores designaciones que el gobierno de López Obrador ha hecho están los dos integrantes de la Junta que han sido nombrados y ratificados durante esta administración: Jonathan Heath y Gerardo Esquivel. Los cinco integrantes de la Junta y la conducción de Alejandro Díaz de León, han sido clave para asegurar que esta crisis económica que hoy vivimos no se haya convertido en crisis financiera.
3.- Los artículos 19 y 20 de la Ley Orgánica del Banxico definen con claridad las reservas. Señala que las reservas estarán constituidas por divisas y oro, que tengan libre disponibilidad. Y señala que el término 'divisas' se refiere a billetes y monedas foráneos; a los bonos de primer orden a cargo de entidades extranjeras, con vencimientos menores a seis meses; créditos de bancos centrales de corto plazo o Derechos Especiales de Giro del FMI. La definición es clara y precisa. Si se pretende acomodar la interpretación legal para que puedan caber en esa definición los bonos de Pemex, que son emitidos por una entidad mexicana y que no son de primer orden, sino que están catalogados como 'bonos chatarra' por dos de las tres más importantes calificadoras internacionales, entonces anticipe usted una crisis financiera.
Se estaría percibiendo que el gobierno le está metiendo la mano a los recursos del Banco Central, lo que cuestionaría la credibilidad de la conducción financiera del país.
Al término de este año concluirá el periodo de Javier Guzmán en la Junta de Gobierno del Banxico y con él serán ya tres los que habrían tenido que reemplazarse en el actual gobierno.
Si prevalece el criterio de proponer al Senado a un economista que, aunque no provenga del propio Banxico o de Hacienda tenga racionalidad y sea considerado como respetable y autónomo en los medios financieros, los mercados celebraran el nombramiento.
Ni Jonathan Heath ni Gerardo Esquivel fueron nombramientos tradicionales. Pero los dos son absolutamente respetables, profesionales e intachables.
El problema que podemos enfrentar es que algunos en el gobierno perciban que hay que dar al Banxico un trato semejante al que se dio a la CRE o al CNH, o al propio Consejo de Administración de Pemex.
En este espacio hemos argumentado que la crisis económica que hoy vivimos no es la peor de la historia, porque se ha logrado contener una posible crisis financiera.
Uno de los mejores aspectos del gobierno de AMLO ha sido hasta ahora el respeto a la autonomía del Banxico, a sus integrantes y a sus reglas.
Si hubiera indicios de que ello empieza a cambiar, entonces más valdría estar preparados para la tormenta que vendría.
Ojalá no sea el caso.
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