Ayer por la tarde, el tipo de cambio del peso frente al dólar se ubicaba en 21.50 en el mercado interbancario. Se trata del nivel más elevado desde octubre del año pasado, antes de las elecciones en Estados Unidos.
Como ocurre en cada ocasión en que el dólar se mueve con rapidez al alza, diversos lectores me preguntaron respecto a las perspectivas de la paridad.
¿Se trata de un fenómeno específico de México? ¿Es resultado de las políticas aplicadas por la actual administración de nuestro país? ¿Es algo que sea generalizado en los mercados emergentes? Y, sobre todo, ¿qué es lo que podemos esperar en las siguientes semanas y meses?
La primera respuesta es que, desde luego que no, no es un fenómeno específico de México. Se trata de una tendencia más amplia.
Por ejemplo, el real brasileño se ha depreciado en 11.9 por ciento en este año. El peso chileno en 5.2 por ciento. El peso argentino en 6.6 por ciento y nuestra moneda en 8.0 por ciento.
El peso mexicano es desde hace ya varios años un activo que tiene gran liquidez y que puede venderse fácilmente. Por esa razón es muy susceptible a movimientos especulativos en los mercados.
Estos, en esta ocasión, tienen su origen en Estados Unidos y derivan del alza en las tasas de los bonos a 10 años en el mercado norteamericano.
Ayer cerraron a 1.59 por ciento cuando habían terminado el año pasado en 0.92 por ciento. Esto significa un alza relativa de 73 por ciento. De ese tamaño fue el impacto.
¿Y por qué se presentó este movimiento tan grande? La razón es simple. Múltiples inversionistas consideran que el ritmo acelerado que tiene la recuperación en Estados Unidos, inevitablemente va a producir presiones inflacionarias. Para hacerles frente, consideran que la Reserva Federal tendrá que elevar sus tasas de interés. A pesar de que su presidente, Jerome Powell, ha insistido en que no se producirá en el corto plazo dicha alza, los mercados observan las tendencias objetivas y discrepan con este juicio.
El dato más reciente de la inflación en Estados Unidos corresponde a enero y el nivel fue de 1.37 por ciento. Mañana se darán a conocer las cifras de febrero. Si vienen en línea con los temores de los inversionistas, es probable que todavía veamos un alza en las tasas de los bonos, y como resultado, mayores presiones sobre algunas divisas, como nuestro peso.
Los mercados no son infalibles. Después de 2009, hubo diversos episodios en los cuales los inversionistas consideraron que la inyección de dinero por parte de la Reserva Federal y el proceso de recuperación generalizada en Estados Unidos, habrían de propiciar inflación. No sucedió.
No quiere eso decir que tenga que presentarse una situación similar en las actuales circunstancias, pero en el pasado hemos tenido episodios de inestabilidad que, al paso de las semanas, se han diluido.
Estamos en una circunstancia inédita en el mundo. Es probable que observemos comportamientos económicos que no se habían presentado anteriormente y que requieren nuevas visiones e incluso nuevas herramientas de análisis.
No se puede asegurar con plena certeza ni que no habrá inflación ni tampoco que ésta va a estallar próximamente.
Más vale que nos acostumbremos por un tiempo a esta ambigüedad en la que vamos a estar viviendo todavía por muchos meses… por lo menos.
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