Todavía hay quienes creen que el 1 de julio no ocurrió lo que ocurrió, y que el estilo de crecimiento económico que tuvimos en los últimos años fue impecable y que no hay que hacer ningún ajuste.
Entre algunas organizaciones del sector privado, afortunadamente, no es así.
Un ejemplo de ello se dio en el Foro EF Agro, que realizó El Financiero el martes pasado, junto con el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) y Bayer.
En éste, el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Víctor Villalobos, recordó que uno de los ajustes propuestos para la nueva política del sector es privilegiar el respaldo a los pequeños productores.
Villalobos recordó que hay 4.3 millones de unidades económicas en el campo, que representan el 81 por ciento del total, que tienen una agricultura familiar o escasamente vinculadas al mercado.
En el otro extremo, hay 17 mil 600 unidades productivas, que forman el 0.3 por ciento del total, con ventas promedio de 11.7 millones de pesos anuales, y que forman el tejido de la modernidad agropecuaria que tenemos en México.
Se trata de las empresas exportadoras y de los productores que están en la vanguardia.
Nuestro problema como país es que, por años, presumimos el gran éxito exportador y minimizamos el significado de la pobreza en el sector rural.
México es el exportador número uno del mundo en cerveza, tequila y aguacate. Es el número dos en jitomate y el número tres en pimiento.
Pero somos el comprador número uno del mundo en frijol, el número dos en maíz amarillo y el número seis en leche.
Entre los expertos y los productores importantes del campo mexicano ya hay el consenso de que no es aceptable que haya segmento extraordinariamente exitoso del campo, formado por algunos miles de productores, mientras que millones más están en la pobreza.
Los datos más recientes de Coneval indican que el 58 por ciento de la población rural vive en condiciones de pobreza y 25 por ciento incluso tiene pobreza alimentaria, es decir, no le alcanza su ingreso ni para comer.
Los datos son contundentes, pero lo positivo es que la agricultura empresarial, agrupada en el CNA, está completamente de acuerdo en que se requiere ampliar los apoyos a los pequeños productores para remontar esta condición.
En la conversación que sostuve con Bosco de la Vega, presidente del CNA, me dijo que lo fundamental para el sector más productivo del campo es tener planeación a largo plazo y la certeza de que el país no va a mandar a sus agricultores a la guerra sin fusil.
Es decir, que van a tener respaldos que les permitan entrar a la competencia internacional, con los brasileños, europeos, sudafricanos, norteamericanos.
Como en pocos sectores, percibí claramente que el titular de la Sader entiende claramente la demanda de su sector, y que los empresarios saben que el mundo ya cambió y que muchos de los recursos deben ir hacia los más pequeños y hacia los más pobres.
El gran tema es que no hay que tirar el agua sucia con todo y niño.
Hay que seguir con el sector agropecuario exitoso que tenemos y hacer que su éxito sirva para apoyar a los más pequeños y a los más pobres.
Por cierto, que en la voz de Víctor Villalobos, el titular de Sader, he escuchado una de las respuestas más sensatas a diversos reclamos que recibió: denos tiempo –dijo–, no llevamos ni 100 días y el gobierno es de seis años, todavía hay mucho que hacer.