Está más que dicho. Perdón por repetirlo: no hay manera de evitar que el coronavirus llegue a México. Ayer, las autoridades de Salud lo reiteraron.
Hay quien se sorprende que en los aeropuertos mexicanos no haya un ejército de enfermeras detectando temperaturas y tomando muestras.
Sería una pérdida de tiempo. La razón es muy simple. Hay evidencia amplísima de que este tipo de coronavirus, el Covid-19, puede estar muchos días asintomático, por lo que probablemente sería indetectable para muchos casos en una terminal aérea.
Prácticamente le podría asegurar que el virus ya está en México y que nos enteraremos de su presencia en el momento en el que haya un paciente que presente síntomas que lo conduzcan a un hospital.
No hay ninguna certeza respecto a qué proporción de los enfermos totales sean asintomáticos, pero de lo que no hay duda es que hay muchos casos así, que esparcen el virus entre población que eventualmente sí va a generar síntomas.
Este es el punto crucial de la enfermedad.
No hay manera de impedir el contagio en esa condición. Por lo que, lo señalado por la Secretaría de Salud es bastante sensato. Se requieren diseñar los mecanismos para minimizar el impacto que pueda tener el contagio entre la población.
El problema principal del coronavirus en el mundo es que quizás se van a infectar finalmente decenas de millones –si no es que más– y probablemente muera alrededor de 2 por ciento de quienes contraen la enfermedad.
Son muchas personas que estarán en este caso mientras no exista tratamiento o alguna vacuna.
Pero, para la economía, el problema principal serán las consecuencias de las medidas diseñadas para mitigar la enfermedad.
La industria de los cruceros va a sufrir la crisis más grande de su historia. ¿Usted se subiría a alguno después de los episodios que hemos conocido?
Y el impacto económico global todavía ni lo imaginamos.
Piense por un momento en lo que ocurriría si en la prensa internacional se reportara que hay casos en Cancún o en la Riviera Maya.
El efecto que ha tenido la violencia en la zona sería pálido respecto al desplome que tendría el turismo con unos cuantos casos reportados y confirmados.
Y, créame. Va a ocurrir.
Hasta ahora, habíamos algunos que pensábamos que la economía podría crecer este año a 1 por ciento o quizás un poco más.
Lo que ha pasado en los últimos días obliga a reconsiderar el futuro.
El Covid-19 va a ser algo equiparable al 11 de septiembre de 2001. Nos va a cambiar la vida.
Viajar será algo muy diferente. Cambiará hábitos y reglas. Y por lo pronto, hay indicios que nos hacen pensar que la economía mundial podría llegar a su peor momento desde 2009.
En apenas cinco jornadas, el Dow Jones retrocedió casi 12 por ciento.
Claro. Todo esto podría cambiar si aparece un tratamiento eficaz o una vacuna.
Pretender que estamos preparados para el coronavirus es soberbia. Ningún país lo está, simplemente porque es algo completamente nuevo que ni siquiera entendemos aún.
Fue positivo escuchar ayer a las autoridades del sector salud y decir que lo mejor que podemos hacer es tratar de mitigar los impactos inevitables de la enfermedad.
Esperemos que la polarización no nos gane y que no vaya a haber personas que se regocijen de que la epidemia cobre cientos o miles de víctimas en México, porque eso será un punto en contra de este gobierno.
Ojalá tengamos aún la racionalidad de evitarlo.