Ayer, en el sondeo quincenal que Citibanamex realiza entre instituciones financieras y expertos, se hizo manifiesta una tendencia al pesimismo en las previsiones de los resultados económicos de 2020 y de 2021.
A principios de este mes, la mediana de la caída del PIB para este año era de 7.8 por ciento y ayer fue de 8.4 por ciento.
La generalización del pesimismo se aprecia al observar que, en abril, cuando teníamos pocos días de comenzar el confinamiento, la estimación era una caída del PIB de 5.0 por ciento.
En dos meses y medio hubo un fuerte deterioro de las expectativas. ¿Qué lo explica? ¿Hasta dónde puede llegar?
Veamos de entrada algunas de las razones por las cuáles la mayoría de los expertos se han vuelto más pesimistas en las últimas semanas.
1.- Las cifras de la pandemia han rebasado la mayoría de las expectativas. A principios de abril, todavía se creía en alguna medida en las estadísticas oficiales. Se pensaba que era cierto que hacia el 8 de mayo llegaríamos al tope y que a partir de entonces las cifras empezarían a bajar. Obviamente no ocurrió. Pero, adicionalmente, a estas alturas ya no hay credibilidad ni en las cifras ni en las expectativas. La mayor duración, tanto del confinamiento como de la enfermedad, ha conducido a que se estime una caída más drástica en la economía y una recuperación más modesta para 2021, de sólo 2.7 por ciento. Si finalmente llegamos al pico de los contagios para julio, se estabilizará la perspectiva. Pero si se alargara más la enfermedad, con confinamiento o sin él, vamos a ver aún un mayor deterioro.
2.- Las decisiones de política pública. Hace algunas semanas aún había quien pensaba que veríamos un giro en las políticas públicas. Se decía que cuando se viera que la estrategia contra la pandemia no daba los resultados esperados, habría de cambiar. Se pensaba, además, que al ver el desplome de la actividad productiva tendría que ajustarse la política fiscal y habría estímulos para evitar mayores pérdidas de empleo. Igualmente, se consideraba que se buscaría un acercamiento con el sector privado para evitar la erosión de la confianza que desalienta las inversiones. Pues pasaron las semanas, vimos la pérdida de un millón de empleos, el cierre de 10 mil empresas y caída históricas de la producción… y nada cambió. Eso también contribuyó al deterioro de las expectativas.
3.- Los problemas adicionales en EU. Aunque han surgido algunos indicios de que la economía norteamericana podría tener algunos signos positivos, como el incremento de las ventas en mayo, también ha surgido una mayor preocupación por la posibilidad de que la pandemia se extienda por un plazo más largo en virtud de que ahora el epicentro de los contagios se ha movido a estados que habían sido menos afectados, como Florida, Arizona o Texas. Para el mediano plazo no se ve una expectativa tan clara y en promedio, las previsiones de caída del PIB están ya por arriba de 6 por ciento para este año.
No tenemos certeza de que ninguno de estos tres elementos que mencionamos esté ya en su punto más bajo.
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo le podremos dar la vuelta a los contagios en virtud de que las pruebas aplicadas siguen siendo muy escasas y por lo tanto tenemos poca idea de la magnitud real de los contagios. Sólo tenemos una muestra que ni siquiera es representativa.
Tampoco podemos apostar a que no haya nuevas medidas de política pública que generen desconfianza entre los inversionistas. Las cosas podrían ponerse todavía peores.
Y con el gobierno de Trump, igualmente, nunca se sabe qué es lo que puede venir.
Si cree usted que estamos ya en el peor de los pesimismos, lamento decirle que todavía las cosas pueden empeorar.