El día de hoy comienza la convención número 84 de la banca. Y, probablemente, como cada año, veamos un llamado de la autoridad a los banqueros para que presten más.
Y también, como en un libreto ya aprendido, los banqueros seguramente responderán a la autoridad que ellos están en disposición de hacerlo, pero que no hay demanda de crédito por parte de los particulares.
La realidad es que, discursos aparte, en la última década hubo un crecimiento muy importante del crédito bancario.
En términos reales, el crecimiento del crédito al sector privado entre 2010 y 2019 fue de 88 por ciento en términos reales, lo que significa una tasa media anual de 7 por ciento.
En el año 2010, la proporción del crédito vigente de la banca comercial al sector privado entre el PIB era de 13.1 por ciento.
Para el año 2018, esa proporción había llegado a 18.9 por ciento. Es decir, hubo un crecimiento de casi 6 puntos porcentuales en menos de una década.
Y, con todo y la caída del crédito que ocurrió el año pasado, en 2020 esa proporción subió a 19.9 por ciento.
La razón es que mientras la economía cayó en 8.5 por ciento, el crédito lo hizo en 4.6 por ciento.
Desde luego que no todo el crédito se movió de la misma manera el año pasado. Los créditos personales que ofrecen los bancos se desplomaron 21 por ciento en términos reales; los de las tarjetas de crédito lo hicieron en 14 por ciento. Pero, en contraste, los créditos a la vivienda crecieron en 5.3 por ciento en términos reales.
Esto quiere decir que los créditos que más retrocedieron son los que no tienen garantía específica, mientras que aquellos en los que, por ejemplo, hay un inmueble que los garantiza, lograron mantenerse con un registro positivo.
También debe señalarse que la diferencia del costo puede ser un factor que explique la diferente dinámica.
La tasa promedio en el crédito hipotecario fue de 10.35 por ciento, de acuerdo con las cifras del Banxico, al término del año pasado. En contraste, la tasa promedio ponderada para tarjetas de crédito (con los últimos datos disponibles) se ubica en alrededor de 35 por ciento.
Es decir, en promedio, por cada mil pesos de crédito en una tarjeta, usted pagaría 29 pesos mensuales de intereses. En el caso del crédito hipotecario, la cifra sería 8.60 pesos.
Las tasas de interés para el consumo en México siguen siendo muy elevadas debido a que persiste un elevado riesgo para los bancos.
Sigue habiendo grandes insuficiencias en el Estado de derecho, que hacen muy complicado cobrar un crédito sin garantía específica, y eso repercute de manera directa en el costo.
En el caso de las empresas, la caída de la actividad económica también ha deprimido el crédito, que arrastra un retroceso real de 4.7 por ciento. El hecho de que la caída sea menor a la de la economía implica que se logró evitar un colapso financiero.
Sin apoyos fiscales, los programas para extender plazos de pago del principal o los de reestructura, evitaron que el desplome fuera mayor.
Pero, estamos lejos de haber superado los problemas. Los riesgos persisten pues, aunque la actividad económica vaya mejorando este año, los niveles seguirán deprimidos.
Aun considerando un crecimiento del PIB del 5 por ciento –como ahora apunta Hacienda– terminaríamos este año con un nivel 4 por ciento por abajo del que teníamos antes de la pandemia.
Y la sobrevivencia de todos estos meses desgastó financieramente a unidades económicas y familias, lo que puede dar lugar a cierres de negocios o a una mayor presión financiera a las familias.
Así que ojalá que en las discusiones de la Convención Bancaria que hoy comienza, no vayamos a tener un tono triunfalista, sino un reconocimiento de que no estamos aún en tierra firme y de que la economía sigue en riesgo de naufragio.
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