Si el secretario de Hacienda fuera devoto de San Judas, seguramente ya le hubiera pedido al santo de las causas más difíciles que los demócratas y republicanos se pusieran de acuerdo para lanzar la nueva fase del programa de rescate de la economía de EU o que Trump lo haga a través de órdenes ejecutivas.
Dado que México ha sido de los países que menos recursos han puesto en ayudas y apoyos a los sectores afectados por la pandemia y el confinamiento, la evolución de nuestra economía depende en buena medida de lo que suceda con Estados Unidos.
Ya vimos que, si les va bien allá, hay industrias y sectores que reciben de inmediato los beneficios aquí.
El ejemplo más claro es la industria del automóvil.
Cuando el confinamiento llegó al punto más severo en los dos países, en abril, se produjeron en México 6 mil 260 unidades –según reporte del Inegi–, lo que implicó una caída de 98 por ciento respecto a la cifra de febrero.
Al volverse a poner en marcha las plantas, la producción de junio alcanzó 250 mil 965 unidades. En julio, la producción de vehículos ligeros que reporta la AMIA rebasó 294 mil unidades y fue incluso ligeramente superior a la cifra del mismo mes de 2019.
Pero este incremento derivó fundamentalmente de un fuerte aumento en la venta de autos en nuestro vecino. En junio, el valor de la venta al menudeo de vehículos fue superior en 65 por ciento al nivel de abril y fue incluso superior en 7.5 por ciento al del mismo mes de 2019.
No se trata sólo de los automóviles. Los datos del Departamento de Comercio de Estados Unidos señalan que las importaciones provenientes de México alcanzaron 25 mil 803 millones de dólares en junio, una cifra superior en 72 por ciento al nivel de mayo, aunque aún quedaron 15 por ciento por debajo de junio de 2019, lo que muestra que mantienen un potencial de seguir creciendo.
Otro ejemplo de cómo nos benefician los apoyos del gobierno norteamericano lo dan las remesas. La cifra de junio fue superior en 9.5 por ciento a la del mismo mes de 2019.
Si consideramos el segundo trimestre completo, el monto recibido fue de 9 mil 776 millones de dólares, que superó en 4 por ciento a la cifra de 2019.
Los programas de apoyo del gobierno de EU permitieron que, en lugar de desplomarse, como se temía, llegara a las familias mexicanas el equivalente a 220 mil millones de pesos. Esto significa un 'apoyo' de 2 mil 500 millones de pesos diarios a muchísimas familias mexicanas.
Los datos del empleo en EU, donde se crearon 1.76 millones de nuevos puestos de trabajo en julio, parecen anticipar una buena trayectoria de las remesas.
Si el presidente no tuviera el prejuicio ideológico que tiene respecto a la contratación de deuda pública, podría aprovechar el beneficio de nuestra relación con Estados Unidos y usar recursos públicos adicionales para apoyar a los sectores más relacionados con el mercado interno, que se benefician menos de la tracción de la economía de EU.
Observamos en los datos del Inegi que 3 millones de las 4.8 millones de personas que regresaron a la actividad laboral en junio tienen ocupaciones informales. Los mismos datos revelan que a junio de este año, 60 por ciento de la población ocupada tiene ingresos que no superan los dos salarios mínimos por mes.
Sería relativamente sencillo fondear con deuda nueva un ambicioso programa de apoyos a estos segmentos de la población y a las empresas que los ocupan, que en su mayoría son microempresas.
México podría tener uno de los esquemas de apoyo a la economía más eficaces del mundo y una caída mucho menor del PIB y de los ingresos.
La evidencia indica que la pandemia será larga. Faltan muchos meses y aún hay tiempo para dar un giro y evitar la catástrofe económica y social que se cierne sobre el país.
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