Fue un miércoles 31 de agosto de 2016. Hubo una auténtica rebelión.
El gobierno de Enrique Peña invitó a México al candidato del Partido Republicano, que era aborrecido por la mayoría de la población mexicana en virtud de su discurso antiinmigrante y antimexicano.
Cuando Trump bajó de las escaleras en la Torre Trump de la Quinta Avenida en Nueva York, en 2015, y anunció su intención de contender por la presidencia de Estados Unidos, muchos pensaron que era una broma.
Aquel 16 de junio pronunció un discurso en el que anticipó el tono antimexicano que tendría toda su precampaña.
Pocos lo tomaron en serio. Pero sorprendentemente, a partir de hace cuatro años, en febrero de 2016, empezó a ganar elecciones primarias.
Algunos empezaron a tomar en serio a un personaje que podría cambiar radicalmente las relaciones entre México y Estados Unidos, entre ellos estuvo el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, quien acabaría siendo el promotor de la visita del aborrecido candidato, lo que al final le costó su puesto.
Esta semana, cuatro años después de que Trump empezara a sorprender a los observadores de la política norteamericana, el panorama es completamente diferente.
Más allá de lo que digan la mayoría de las encuestas, el consenso es que hoy las posibilidades de reelección del presidente Trump están en el nivel más elevado desde que llegó a la Casa Blanca.
Coincido con esas apreciaciones, pero no descarto que en el cambiante ambiente político que vivimos, las cosas pudieran dar un giro.
Le recuerdo que hace 12 años, el senador de Illinois, Barack Obama, por quien muy pocos apostaban, se convirtió, tras las primarias de Iowa, las cuales ganó, en un candidato competitivo, que al final acabó derrotando a los favoritos, Hillary Clinton y John Edwards.
Tanto en el triunfo de Obama como en el de Trump, los dos últimos presidentes de Estados Unidos, el resultado final fue muy diferente al que anticipaban los expertos y las encuestas, antes del mes de febrero del año electoral.
Las evidencias disponibles podrían anticipar que la competencia final va a ser entre Trump y Biden, con muchas posibilidades de que gane el actual presidente.
La historia ha mostrado que el volátil electorado norteamericano ha cambiado varias ocasiones la jugada a último momento.
No quiere decir que necesariamente vaya a ocurrir ahora. Pero, es de llamar la atención de que ni Obama en su primer periodo, ni Trump, llegaron como favoritos a las primarias.
¿Quiénes pueden ser los que rompan las previsiones en este proceso?
Uno de ellos ya se lo referimos en diversas ocasiones: Mike Bloomberg.
El exalcalde de Nueva York y muy exitoso empresario es el demócrata de centro que puede competirle a Biden.
Puede atraer a un segmento amplio de los electores que podrían buscar un discurso más moderado que el de Trump, más allá de los buenos resultados económicos del actual presidente.
Además, Bloomberg tiene el músculo financiero para competir con el presidente de los Estados Unidos.
El otro prospecto para ser el candidato disruptivo es Pete Buttigieg, joven alcalde de la ciudad de South Bend, en el estado de Indiana. Un pequeño centro urbano de poco más de 100 mil habitantes, que, contra todos los pronósticos por su edad y por ser abiertamente gay, ganó Iowa.
Pude derrumbarse la próxima semana en New Hampshire o puede consolidar su imagen de 'caballo negro'.
Creo que, con todo y lo que ocurrió esta semana, la política norteamericana aún nos puede dar sorpresas.