Hace muy pocos días les explicaba a algunos empresarios que la inflación del mes de enero iba a ser baja, entre otras cosas, porque los precios de las gasolinas cayeron… pese al desabasto, debido a la caída en los precios internacionales.
Y, me decían: "No lo creo. Desde que López Obrador llegó al gobierno, todo se ha encarecido y con el desabasto, todo se fue para arriba".
Ayer el Inegi zanjó cualquier discusión: el incremento de precios en la primera quincena del año, de 0.11 por ciento, fue el más bajo desde el mismo periodo de 2016. Fue menos de la décima parte del alza que hubo en enero de 2017, cuando ocurrió el 'gasolinazo'.
No es resultado de la política del nuevo gobierno, sino del hecho de que los precios de las materias primas –incluidas las gasolinas– han venido a la baja. Y, además, también el dólar se abarató. Así que era lógico un menor aumento de precios.
En escala anual, estamos en 4.52 por ciento, con una clara trayectoria a la baja.
Le refería el argumento del empresario con el que hablaba por la irracionalidad que a veces ha alcanzado el rechazo a AMLO en algunos círculos.
Personas sensatas, cuando se habla del presidente, parecen a veces perder los parámetros de lo racional y hacen caso de las especulaciones más insensatas.
Pasó también con la reforma de las Afores. Antes de conocerla en detalle, algunos personajes señalaron que se trataba del plan de AMLO para quedarse con el dinero de los trabajadores.
Resulta que las propias empresas privadas que administran los ahorros para el retiro respaldaron esta reforma, aunque dijeron que, evidentemente, faltan cambios más profundos para poder hacerle frente a la insuficiencia de los ahorros para el retiro.
De la misma manera que hay quienes le buscan 'tres pies al gato' y ven signos de desastre en las cosas más inocuas, también hay, sobre todo partidarios de AMLO, que 'ven la procesión y no se hincan'.
Ayer se dio a conocer que el crecimiento de la economía en el mes de noviembre del año pasado fue de 1.7 por ciento.
Los últimos meses del gobierno de Peña fueron de una marcada desaceleración económica. Y, es evidente que tendremos una inercia en el mismo sentido en la primera mitad del 2019.
No deberíamos sorprendernos si en el primer trimestre de este año tenemos incluso una caída en la actividad económica con relación al último del 2018.
Nuestros frenos funcionan muy bien, gracias al Banxico, pero tenemos un motor que ya cascabelea a la menor aceleración.
Todavía no hay datos firmes. Estos se van a conocer hasta el mes de febrero. Sin embargo, de acuerdo con observaciones parciales de comerciantes e industriales que he podido captar, se ve un enero muy poco alentador.
Si ya teníamos un impacto negativo en la actividad económica con el desabasto de gasolinas, ahora agregue usted el problema de los trenes provocado por la CNTE y por el conflicto entre el gobierno de Michoacán y el federal.
Así será el año. Habrá indicadores que nos dirán que las cosas van bien y otros que nos van a señalar que tenemos problemas serios.
La clave para saber para dónde vamos realmente será ponderar, pues los críticos van a subrayar sólo lo malo y los apologistas lo bueno.
Será un año de claroscuros para la economía en el que habrá que mantener la objetividad para ver los dos tonos.