¡Ya se está yendo todo México!
En los restaurantes de Las Lomas, Bosques, Santa Fe, Pedregal, esta es una afirmación que se escucha con frecuencia, aludiendo a la cantidad de personas que quieren cambiar su residencia, a Estados Unidos o a Europa, principalmente.
La frase es una caricatura. Sí, hay quienes han decidido vender su casa, su participación en empresas, y con la liquidez obtenida, buscar ubicación y negocios en lugares como Miami, San Antonio, Houston, San Diego, entre otras opciones.
Los que quieren irse suman algunos miles (para algunos eso es "todo México"), pero son muchos millones de dólares, si sumamos sus activos.
No se trata de los más grandes ni de los más importantes empresarios, por cierto. Pero sería una ceguera ignorar que sí hay un grupo que se está moviendo.
Algunos se van simplemente por el miedo al cambio. No saben qué nos pueda deparar la 4T y mejor se alejan.
Otros, se van porque les cambiaron toda la lógica de los negocios. Ya no están los amigos, los contactos, los cómplices. Adiós.
Otros por la inseguridad. Ya no la toleran ni la soportan.
Otros, más racionales, más bien anticipan una crisis pronto. Y prefieren perder rendimientos a estar aquí, cuando –suponen– reventarán las finanzas.
Si fueran migrantes centroamericanos, entre todos no harían ni una caravana.
En contraste, ni la inversión extranjera directa está cayendo, ni tampoco el monto de recursos de foráneos invertido en el mercado de dinero.
Es decir, los extranjeros siguen aquí.
Es muy socorrida la explicación de que las inversiones en mercado de dinero se mantienen por el alto rendimiento ofrecido. Pero, es cierta.
Por ejemplo, los Cetes a 28 días ofrecieron esta semana un rendimiento de 8.18 por ciento en su emisión.
Si el tipo de cambio del peso frente al dólar se comportara como en los últimos doce meses, se tendría un rendimiento en dólares de 13.5 por ciento.
Abandonar esos rendimientos no es fácil. Nadie quiere aparecer como el tonto que dejó de ganar grandes cantidades de dinero por sus miedos.
Algunos apuestan a que, en algún momento, se presente una estampida, cuando algo impredecible cambie las percepciones.
Y, en contraste, el gobierno apuesta a que ese cambio nunca suceda y que el dinero siga invertido en México.
Respecto a la inversión extranjera directa, faltará conocer los datos del segundo trimestre, pero los del primero fueron buenos.
Hay extranjeros que están poniendo dinero en nuevas plantas, pero sobre todo los que están comprando empresas.
Y encuentran a mexicanos que están dispuestos a deshacerse de buenos negocios a precios devaluados porque quieren liquidez.
Paradójicamente, en este contexto, más inversión foránea no necesariamente es una buena noticia.
Estamos en la encrucijada. Pero no se entiende bien. Quizás por eso, AMLO le dio luz verde a Bartlett para generar la peor señal económica desde la cancelación del aeropuerto de Texcoco, al cuestionar los contratos con los constructores de gasoductos.
Vaya, AMLO estuvo dispuesto a dinamitar la imagen de México como un país amigo de los migrantes, con tal de que no nos pongan aranceles… pero ahora permite una medida que nos puede mandar al fondo en materia de confianza en la seguridad jurídica en México.
Que alguien le diga que esto también puede causar una crisis financiera.
En el México de la 4T, pareciera que lidiaremos permanentemente con esas contradicciones.