Tal vez en los nuevos tiempos no se perciba la importancia de mantener la inflación en niveles bajos. Muchos imaginan que es algo natural.
Sin embargo, quienes vivimos etapas inflacionarias con incrementos de precios de más de 100 por ciento anual, sabemos la relevancia de este hecho.
El Inegi dio a conocer, el día de ayer, que la inflación durante 2019 fue la segunda más baja desde que se lleva registro. Esa contabilidad comenzó en 1970.
Sólo en 2015 hubo un nivel de inflación por abajo del registrado el año pasado. Esto significa que el crecimiento promedio de los precios durante 2019 permitió un incremento sensible en el poder de compra de los salarios, que subieron alrededor de 6 por ciento en promedio.
A veces se desestima la relevancia que tiene para el ambiente económico general la estabilidad de los precios.
Hay quien argumenta que la razón por la cual estamos alcanzando niveles tan bajos de inflación es fundamentalmente porque no hay crecimiento económico.
Pero, si observamos lo que pasó en 2009, podemos encontrar que, por lo menos, el argumento es parcial.
En aquella crisis, el PIB descendió más de 6 por ciento, y sin embargo, la inflación registrada ese año fue de 3.6 por ciento, contra 2.8 por ciento de este fin de año.
Es decir, no todo el desempeño en materia de inflación deriva del ritmo de crecimiento de la economía. La menor demanda puede ser un factor que influya en el comportamiento de los precios, pero está lejos de ser el único.
Otros argumentos apuntan a que si bien el crecimiento general de los precios ha bajado, cuando se analiza la llamada 'inflación subyacente', el resultado no es el mismo.
En efecto, este indicador, al final de 2018 fue de 3.68 por ciento, y al término de 2019 fue de 3.58 por ciento, un descenso de apenas una décima de punto porcentual.
Un subgobernador de Banxico me comentaba alguna vez que, al final de cuentas, subyacente o no, lo que la gente registra es el comportamiento general de los precios.
En la llamada 'inflación no subyacente' hay a veces factores circunstanciales, ajenos al manejo de las políticas monetaria o fiscal.
El propio López Obrador, en muy diferentes ocasiones, ha señalado que uno de los factores que influyen más en el ambiente político es la suerte.
En este caso, la coyuntura externa, que ha determinado precios de las materias primas y productos agropecuarios a la baja, ha influido positivamente en el comportamiento general de los precios.
La clave ahora es preguntarse si este buen desempeño de la inflación se puede extrapolar a 2020.
Todos los indicios disponibles hasta ahora permiten señalar que el crecimiento de los precios este año seguirá relativamente bajo.
Tal vez lo que ha ocurrido en este mes de enero podría generar una percepción distinta. Hemos visto revisiones tanto en precios administrados, por ejemplo fijados por los gobiernos, así como en precios libres determinados exclusivamente por las empresas.
Sin embargo, hay elementos que nos permiten pensar que ese no será el comportamiento regular en el curso de este año.
Así que, no parece nada exagerado pensar en un nivel inflacionario cercano al 3 por ciento para este 2020.
Si ese fuera el caso, nuevamente tendríamos un crecimiento significativo en el poder adquisitivo de los salarios.
Y luego hay quienes se preguntan por qué se mantiene la popularidad de AMLO.