El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció hace un par de días que uno de sus pendientes en el gobierno era que la economía creciera más.
Sin embargo, también señaló que la distribución del ingreso había cambiado y que ahora habría más recursos para los trabajadores.
En las dos afirmaciones tiene razón el presidente. En la primera, porque los datos señalan que en los primeros cuatro meses del año el crecimiento promedio fue de 0.5 por ciento.
En la segunda, porque aunque no tenemos certeza de la evolución global de la distribución del ingreso, detectamos una reducción de la pobreza laboral, de acuerdo con las cifras de Coneval, y un incremento del salario real, con base en las cifras del IMSS.
No hay una dicotomía entre el crecimiento y la distribución. Se puede crecer más y distribuir mejor.
Es un error plantear que, pese al menor crecimiento, por lo menos la distribución es más equitativa. El menor crecimiento es un hecho, la mejor distribución, hasta ahora es una posibilidad que todavía habrá que comprobar.
La razón del menor crecimiento de la economía es muy clara: hay menos inversión.
La única manera de propiciar un ritmo económico más dinámico es incentivar la inversión, y por lo menos hasta el día de hoy, no hay ninguna condición para considerar que eso sea posible.
Si el Estado tuviera una mayor presencia en la economía, podría ser a través de la mayor inversión pública.
Los datos más recientes nos dicen que la inversión pública apenas representa el 14 por ciento de la inversión total.
Aunque creciera en 20 por ciento en términos reales, apenas representaría un 3 por ciento de la inversión total.
Pero lo peor es que en lugar de crecer, la inversión pública cayó en -16.4 por ciento en los primeros cinco meses de este año.
Pudiera pensarse entonces que es la inversión privada la que puede echarse a sus hombros a la economía.
Desde 2012 hasta 2017, la fecha más reciente en la que hay información específica, tuvo un crecimiento anual medio de apenas 2.2 por ciento.
Si la dinámica de la economía va a ser marcada por la inversión privada y episodios como la controversia respecto al tema de los ductos por parte de la CFE generan desconfianza de los inversionistas, el pronóstico no es precisamente favorable.
Uno de los hitos del resultado económico que estamos viendo hoy ocurrió el año pasado y es la decisión del gobierno de AMLO de cancelar el aeropuerto de Texcoco.
No exagero si digo que el sexenio fue otro después de esa determinación.
Crecíamos a tasas por arriba del 2 por ciento y después de octubre, se nos cayeron.
No sería raro que, tras la controversia de la CFE en las Cortes Internacionales de Londres y París, el crecimiento se nos cayera por debajo del 1 por ciento.
Todos los indicios señalan que a AMLO le explican con profusión que las empresas quisieron abusar del gobierno… cosa que está por ver.
Pero, aun concediendo que así hubiera sido, no le explican los apabullantes efectos del desconocimiento de los contratos.
Ayer, el CCE consiguió que se estableciera una mesa de conciliación, al margen de los temas legales. Buen logro.
Ojalá el trabajo de las dirigencias empresariales prospere, de lo contrario, dé por hecho que creceremos debajo del 1 por ciento en este año.