Coordenadas

Regresamos a los tiempos en los que JLP era director de la CFE

La crisis energética se quedará corta comparada con la que puede venir si se aprueba la reforma a la ley de la industria eléctrica, advierte Enrique Quintana.

Muy desafortunada fue la elección de la campaña para reducir el consumo de energía eléctrica en la crisis de la semana pasada.

El eslogan usado dice: "Apoya un poco apaga un foco". De inmediato, en las redes sociales se evocó aquella campaña de 1972 en la que se decía: "ayude un poco aflojando un foco".

Estábamos entonces en el segundo año del sexenio de Luis Echeverría y el largo periodo del desarrollo estabilizador llegaba a su fin.

En aquellos años, los apagones menudeaban. Era usual que en ciertas épocas del año la energía eléctrica se interrumpiera por varias horas. "Se fue la luz", era una expresión que escuchábamos con frecuencia quienes vivimos en aquellos tiempos.

Las analogías y las burlas en los últimos días corrieron ampliamente por redes sociales comparando las condiciones del sexenio echeverrista con las circunstancias actuales.

Entiendo el impulso a comparar los tiempos, pero la realidad es que las circunstancias son completamente diferentes.

En 1972, la Comisión Federal de Electricidad era dirigida por José López Portillo, quien posteriormente pasó a la secretaría de Hacienda cuando reemplazó a Hugo B. Margáin, quien pretendió poner un límite a los excesos del presidente Luis Echeverría.

En ese entonces se acuñó la frase: "las finanzas se manejan desde Los Pinos", aludiendo a la autoridad del presidente de la República sobre el secretario de Hacienda.

Ni por asomo en aquel entonces se pensaba en la posibilidad de que el sector privado participara en la generación eléctrica.

Teníamos un sistema eléctrico muy pequeño. El volumen de energía generada era de 31.5 gigawats/hora. Hoy la generación es 10 veces mayor.

Pero, hoy, el crecimiento de la demanda de energía no es ni remotamente equiparable al que se tenía en la década de los 70. En esa década, el crecimiento fue de 137 por ciento, es decir, la generación eléctrica crecía a una tasa de 8.6 por ciento al año.

En la década más reciente, el crecimiento de la generación quedó en 2.4 por ciento anual en promedio.

Quizás, esa dinámica que tenían entonces las empresas eléctricas del Estado es lo que hace añorar al presidente López Obrador y al director de la CFE, Manuel Bartlett, a retornar a esos tiempos.

Ellos tienen la creencia de que al haberse abierto el sector eléctrico a la generación privada, el país perdió soberanía, y al permitir que las empresas hagan negocio con la energía eléctrica, se abrió camino a incrementos del precio de la luz.

El servicio doméstico de electricidad, desde hace décadas, ha estado subsidiado en México por lo que no refleja los incrementos en los costos.

No es el caso de la electricidad para la industria, que en los tiempos en los que no había participación privada incrementó más sus precios. En la década de los 90, el precio de la electricidad de alta tensión creció a un ritmo promedio de 11.8 por ciento al año. En la primera década de este siglo, ya con participación privada, el incremento medio anual bajó a 8.1 por ciento. Y en los recientes diez años, el alza fue de 5.4 por ciento anual.

En ese lapso, la participación de la CFE bajó de un virtual monopolio a tener el 54 por ciento del mercado.

El gobierno de AMLO quiere recuperar el terreno perdido, sin importar que la electricidad, como en el pasado, se genere de modo más ineficiente y suba sus costos.

Como no es posible destruir las inversiones privadas en el sector, realizadas en los últimos 30 años, lo que se persigue es evitar que sigan creciendo.

En la medida que la demanda eléctrica aumente y que su satisfacción provenga fundamentalmente de la nueva generación que realice la CFE, el porcentaje del mercado que tendrá la empresa estatal crecerá gradualmente.

El problema es que la empresa eléctrica del Estado no cuenta con la capacidad financiera ni para crecer ni para invertir lo suficiente en la generación de nueva capacidad y en la modernización de la infraestructura de transmisión.

Si la economía mexicana creciera a tasas más elevadas en los próximos años probablemente lo que tendríamos es una demanda insatisfecha y una condición en la cual con relativa frecuencia nos enfrentaríamos a interrupciones en la provisión de energía, y desde luego a incrementos de los costos.

De la crisis coyuntural derivada de la suspensión del envío del gas de Texas a México saldremos relativamente rápido.

De la crisis que puede generarse por la falta de inversión que propiciará la reforma a la ley de la industria eléctrica, no saldremos pronto y es probable que tengamos apagones recurrentes en el curso de los próximos años, además de incrementos en los costos de la energía eléctrica.

Probablemente la mayoría de los consumidores domésticos no lo noten porque seguramente habrá subsidio para impedir que el mayor costo de generación se exprese en los precios finales de la electricidad.

Sin embargo la industria, el comercio, los servicios, entre otros sectores tendrán que pagar electricidad más cara y esto será otro factor de desaliento para las inversiones productivas, por si alguno faltara.

Tal vez, como en los tiempos de Echeverría, lo que sean iguales no sean solo las campañas publicitarias sino la inhibición de la inversión productiva que las políticas públicas propiciaron

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