Una persona muy cercana a López Obrador me contó hace poco lo siguiente.
Era un evento desbordante de gente; no había manera de que el candidato se acercara a la mayor parte de la gente que allí estaba. Pero la gente quería estar cerca de él, y sobre todo, tocarlo.
Una persona le acercó a su hijo enfermo y le dijo de frente: "quiero que me lo cures".
Otros no eran tan insistentes, pero empujaban y aplastaban con tal de acercarse y tocar al candidato.
Sin embargo, muchos no pudieron. Pero, ¡sorpresa! Estaba al alcance su vehículo. Así que mucha gente no lo dudó y fue a tocar su camioneta. Describen escenas en las que la gente besa el vehículo que transporta al 'profeta Andrés'.
Las fotos abundan: personas mayores esperando que tan sólo les toque la cabeza; padres desesperados que llevan a su hijo enfermo y esperan un milagro; cientos de personas que sólo quieren besar su mano.
Cuando ese es el cuadro que se observa cada día, ¿quién es capaz de mantener los pies sobre la tierra? ¿Quién puede suponerse un mortal imperfecto que trata de hacer lo que limitadamente le dicta su intelecto?
El día a día construye al mesías. La gente le impone su misión, que trasciende lo humano y roza con lo divino.
Pero algunos cercanos a Andrés Manuel le apuestan a la racionalidad del candidato.
Un integrante de su hipotético gabinete me decía: "Andrés tiene perfectamente claro lo que significa la campaña y lo que es el gobierno. Y sabe que los planteamientos de la campaña allí se quedan. Él es un perfecto pragmático".
En contra de lo que se pudiera esperar, un alto funcionario del gobierno actual me dijo más o menos lo mismo. Se trata de un hombre pragmático: "Andrés Manuel sabe que su margen de acción será limitado y no puede pelearse con el gran dinero, menos aún con el de todo el mundo".
Pero, ¿cuánto margen hay para mantener la racionalidad? Me temo que, con este cuadro, casi nada.
Nos contó la persona cercana a AMLO que la alusión a "el tigre", del que habló en la Convención Bancaria, era mucho más que una metáfora. Con ello refería el estado de ánimo de los millones que respaldan a AMLO.
Olvídese del tema del nuevo aeropuerto o de las reformas energética o educativa.
Todo ello será peccatta minuta, frente al desafío de un Ejecutivo, que se visualiza como abanderado del pueblo, iluminado por Dios y que es capaz de sacar una estampita del Sagrado Corazón que dice "Detente, enemigo, que el Corazón de Jesús está conmigo", y que diga que la estampita lo protegió de Anaya.
AMLO ha hecho una campaña de disrupciones: la reforma energética; la educativa; el nuevo aeropuerto; la amnistía.
"Hay que mantener a los partidarios de AMLO al filo de la butaca", me decía alguien cercano al equipo. Se trata de que no le bajen a la emoción y que, hasta el último día de la campaña, sientan que van a hacer historia. Esta saldrá de los libros y llegará a la vida real.
Por eso, ahora que queda apenas poco más de un mes de campaña, hay espacio para una disrupción más.
No me quiso decir cuál. Sólo dijo: váyanla esperando.