El lunes próximo, el presidente de la República colocará la primera piedra del nuevo aeropuerto de Santa Lucía.
Como seguramente usted sabe, hoy Santa Lucía es una base aérea, una instalación militar que cuenta con una pista y con diversas instalaciones operadas por la Secretaría de la Defensa Nacional, a través de la Fuerza Aérea Mexicana.
En la que, a mi juicio, sigue siendo la decisión más controvertida de su gobierno, AMLO canceló el proyecto del Nuevo Aeropuerto en Texcoco –la obra de infraestructura más importante que se desarrollaba en América Latina– y optó por una estrategia que implica la construcción de dos o tres nuevas pistas en Santa Lucía, un edificio terminal, otra torre de control, y una infraestructura de transporte que lo vincule con el actual aeropuerto.
AMLO usó los resultados de una consulta popular a modo, para justificar una decisión que ya estaba tomada.
Para el presidente de la República, era importante pintar una raya con los empresarios e inversionistas.
Hubo un costo por esa decisión, pero éste se mantuvo en niveles bastante manejables hasta ahora.
Hacia adelante viene otra etapa.
Cancelado Texcoco, ahora viene la tarea de justificar Santa Lucía, que ya comienza.
Sin embargo, la colocación de la primera piedra será simbólica. No espere usted que a partir del próximo martes se observen largas filas de camiones llevando material de construcción.
Antes de que eso ocurra, hay varios estudios que deberán concluirse.
Uno de los más importantes corresponde a la empresa NavBlue, filial de Airbus, una de las empresas productoras de aviones más importantes del mundo.
Hay que recordar que en un documento fechado el pasado 15 de octubre y pedido por el entonces equipo de transición, NavBlue publicó un informe preliminar en el que presentó tres escenarios en los que es factible operar simultáneamente el actual AICM y el aeropuerto de Santa Lucía, aunque siempre dejó abierta la puerta para hacer un estudio más detallado que pudiera sustentar sus escenarios.
A mí me sigue pareciendo que el proyecto del aeropuerto en Texcoco, sin duda era la mejor opción y que haberlo cancelado implica enormes costos.
Pero si ese es ya un dato, creo que ni NavBlue, ni Airbus, ni el grupo Aeropuertos de París, son empresas 'patito', y si estas empresas van a estar implicadas en el diseño de Santa Lucía y en todo el rediseño del tráfico aéreo en el Valle de México, no es para desecharlas… por no ser Mitre.
No obstante, hay que identificar que AMLO necesita un golpe de efecto.
La primera piedra real, no simbólica, va a tardar todavía un tiempo pues se requiere la conclusión de otros estudios antes de que se empiecen a nivelar tierras o hacer excavaciones.
El gobierno de AMLO no es suicida. Si resulta que, como producto de esos trabajos se llega a la conclusión de que no son compatibles los dos aeropuertos, no se va a construir un elefante blanco que nunca opere y que pueda ser el símbolo de la crítica hacia Morena en 2024.
Pero, si no se trata ya de hacer un análisis de opciones –que siempre gana Texcoco– sino uno de viabilidad, entonces no descarte Santa Lucía. Puede ser opción.
Pero no le crea demasiado al gobierno. Los anuncios como el que vendrá el lunes son más por motivos políticos que por decisiones con sustento.
Para valorar la posibilidad del segundo aeropuerto en la CDMX hay que esperar las investigaciones de los especialistas, que van a poner su prestigio en ellas.