Esta mañana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmará y promulgará en la Casa Blanca el nuevo tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Esta firma será simbólica y cerrará un periodo de incertidumbre que se abrió hacia la mitad del año 2016. Este hecho implica el término de más de tres años y medio de dudas respecto al futuro de nuestra relación comercial con Estados Unidos.
Hay que hacer un poco de historia para dimensionar la relevancia del acontecimiento del día de hoy.
Donald Trump anunció su candidatura presidencial hacia mediados del año 2015. Sin embargo, la mayor parte de los expertos pensaron que se trataba de una broma, o en el mejor de los casos de un nuevo intento fallido, pues no era la primera vez que Trump aspiraba a llegar a la presidencia.
Sin embargo, fue a mediados de 2016, un año después, al conseguir la nominación republicana cuando se valoró la posibilidad real de que llegara a la Casa Blanca quien había considerado al TLCAN como el peor tratado comercial firmado por Estados Unidos en toda su historia y por lo tanto tenía la propuesta de cancelarlo de manera inmediata.
El sorpresivo triunfo de Trump en noviembre de 2016 desató el pánico. Tanto funcionarios del sector público como empresarios, inmediatamente buscaron la posibilidad de acercarse y neutralizar el riesgo de que Trump repudiara el tratado en cuanto asumiera la presidencia en enero de 2017.
No solo se consiguió que Trump no lo hiciera, a diferencia, por ejemplo, del Acuerdo Transpacífico. Sino que, pocas semanas después se logró que comenzara un proceso de negociación entre los tres países de Norteamérica.
El proceso estuvo lleno de periodos complejos e inciertos. Es bien conocido que en abril de 2017 estuvo a punto de ser firmado un documento que implicaría la salida de Estados Unidos de este tratado. Pero no fue la única vez.
Imagine lo que hoy sería la realidad económica del país en caso de que, en aquel momento, se hubiera roto ese instrumento jurídico que le daba certidumbre a nuestra relación con Norteamérica.
No, pensándolo bien, mejor ni lo imagine.
Fue el esfuerzo de los funcionarios de la administración de Peña Nieto y luego de los nuevos funcionarios de la administración de López Obrador, así como el trabajo intenso del sector privado lo que permitió que llegáramos a lo que hoy se va a vivir.
En la negociación hubo que hacer concesiones. Cualquier proceso en el cual se busca obtener algo para el país probablemente implique ceder algo a terceros.
Sin embargo, está fuera de discusión que es mejor tener un tratado que no tenerlo.
El significado más profundo de la firma que hoy tendrá lugar es que volverá a dar certidumbre.
No importa que falte el proceso de ratificación en Canadá o aún los 90 días posteriores a la conclusión de los procesos legislativos.
Lo relevante es que se conjura o por lo menos se reduce significativamente la amenaza de que el país vuelva a ser presa de los impulsos proteccionistas del presidente Trump, más aún en la campaña electoral.
Habrá, sin duda, un efecto positivo en la inversión privada. Muchos proyectos estaban a la espera de tener esta firma para aterrizarse.
Sin embargo, no sabemos con exactitud de qué tamaño va a ser el impacto positivo y en qué plazo se hará efectivo.
Por esa razón es que no podemos confiarnos. Hay mucho por hacer aquí adentro si queremos que el país vuelva a crecer.