El Banco Mundial presentó ayer sus perspectivas económicas para 2021 y 2022.
Hay dos noticias.
La primera es positiva para México. Considera que habrá un crecimiento de 3.7 por ciento en este año.
La segunda no lo es tanto, pues señala que para 2022, el ritmo económico será de solo 2.6 por ciento.
¿Cómo podemos traducir estas cifras en lo que significa para el nivel de vida de los mexicanos?
En primer lugar, hay que considerar que en los dos primeros años de esta administración el PIB habrá retrocedido en 9.1 por ciento, considerando una caída de 9 por ciento para 2020.
De acuerdo con las previsiones del Banco Mundial, al término de 2022, es decir, al final del cuarto año de este gobierno, todavía estaríamos 3.3 por ciento por abajo del nivel en el que estábamos en 2018.
Suponiendo un crecimiento en los últimos dos años del sexenio semejante al de 2022, terminaríamos esta administración con un nivel apenas 1.8 por ciento superior al del comienzo, es decir, con un ritmo anual promedio de crecimiento de 0.3 por ciento.
Ese nivel es solo comparable con el que tuvimos durante el sexenio de Miguel de la Madrid, entre 1982 y 1988.
Y si consideramos las cifras por habitante (estimando un crecimiento poblacional medio de 1 por ciento), tendríamos un retroceso de 4 por ciento durante este sexenio.
Es decir, en términos del promedio por habitante nos habríamos hecho más pobres.
Probablemente los partidarios de la 4T puedan argumentar que ese hecho no importaría, pues los segmentos de menores ingresos en la población han mejorado su nivel de vida y hay más equidad.
Si eso fuera cierto, el argumento sería, al menos, atendible. Sin embargo, hasta ahora los datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) nos señalan que lo que ha ocurrido es lo contrario.
En su informe sobre las tendencias de la pobreza laboral para el tercer trimestre de 2020, la institución señaló que la diferencia entre las percepciones del 20 por ciento de la población con mayores ingresos y el 20 por ciento con menores ingresos, pasó de 34 a 146 veces. Además, el porcentaje de la población en pobreza laboral llegó a 44.5 por ciento, el nivel más elevado desde que se hacen mediciones, a partir de 2005.
Faltan otras investigaciones del Inegi para validar esta tendencia que consideren, por ejemplo, las transferencias gubernamentales y no solo los ingresos laborales, pero el incremento de la desigualdad parece dramático.
En la parte económica del manejo de la pandemia, hay un aspecto que ha hecho bien el gobierno y otro que ha hecho muy mal.
El que ha hecho bien tiene que ver con la disciplina de las finanzas públicas y la contención del crecimiento de la deuda, que nos dejará en mejores condiciones que otros países paras reemprender el crecimiento.
Pero en donde aparecemos muy a la zaga es en los programas para mitigar el impacto social de la pandemia.
Es cierto que tenemos el recurso de las remesas, que se van a acercar a 4 por ciento del PIB en este año. Pero muchos pensamos que el gobierno pudo haber hecho mucho más para impedir un golpe tan duro como el que las mediciones del Coneval indica.
Algo que hay que tener presente es que la crisis sanitaria no ha terminado.
El propio Banco Mundial, en su extenso informe, contempla dos escenarios. El que corresponde a su escenario base contempla un crecimiento de 4 por ciento para la economía mundial, pero en el caso de que los contagios de Covid-19 no bajen o que el proceso de vacunación sea más lento o enfrente dificultades logísticas superiores a las previstas, asume que la cifra podría ser incluso de solo 1.6 por ciento, menos de la mitad, y eso afectaría a todo el mundo, incluyéndonos.
Lo dicho, sí habrá crecimiento este año, pero es probable que la pobreza también crezca.
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