Por sus características observables, podemos diagnosticar que los mercados internacionales financieros y también los de bienes se encuentran desarrollando un claro fenómeno de burbuja de precios (boom). El mismo diagnóstico se puede aplicar para las acciones, o para las criptomonedas, para el petróleo u otros mercados como el de vivienda en la Unión Americana.
Las acciones de Microsoft alcanzaron la semana pasada un valor histórico de capitalización de 1 billón de dólares. Equivale al PIB de México. El Índice S&P 500 alcanzó un máximo histórico el viernes pasado, acumulando siete sesiones consecutivas de nuevos máximos. Una hazaña no vista desde 1997. El Nasdaq lleva cinco semanas subiendo sin parar. Las inversiones en índices ESG alcanzaron un récord histórico de 96.5 mil millones de dólares, a finales de marzo, un 86 por ciento más que el año anterior. El Fondo de Pensiones más grande del mundo, el del gobierno japonés, contabilizó una plusvalía en sus inversiones de 25 por ciento (339 mil millones de dólares), en los 12 meses terminados en marzo, la mayor utilidad registrada desde que el fondo comenzó a administrar las reservas de pensiones de Japón en 2001.
Los precios promedio de las casas nuevas y usadas en Estados Unidos alcanzaron un importe de 370 mil y 350 mil dólares, en cada caso, el mes pasado. Para comparar, antes de la crisis hipotecaria de 2008 se registró un récord en 270 mil dólares como precio promedio por casa. Los precios del petróleo WTI superan de nuevo 70 dólares por barril, luego de que hace un año llegaron a ubicarse en un precio negativo de 37 dólares por barril.
Siguiendo el patrón de comportamiento clásico, de un ciclo de largo plazo de los mercados financieros, podemos afirmar que a este fenómeno todavía le faltan varios meses o años para completarse.
En este fuerte impulso de largo plazo de los mercados juegan un papel fundamental las expectativas optimistas de la recuperación económica; la impresionante inyección de liquidez que están realizando los distintos bancos centrales del mundo, con sus políticas monetarias extremas y los programas fiscales de los gobiernos, que en muchos casos son también extremos.
Sin embargo hay que advertir que después de una muy buena fiesta, siempre vienen luego las dolorosas consecuencias. Aquí se destacan los tres grandes riesgos que se tienen para el futuro:
1. La deuda de los gobiernos: Se estima que en estos dos años la deuda pública de las economías ha aumentado en más de 30 billones de dólares. En particular la deuda de Estados Unidos. Alcanza ahora el equivalente a 107 por ciento del PIB americano. Los programas del presidente Biden piensan apoyarse en una reforma fiscal que tiene tres ejes del lado de los ingresos:
a) Aumentar las tasas de ISR a los individuos más ricos y a las grandes empresas.
b) Implementar el impuesto mínimo global de 15 por ciento a las grandes tecnológicas globales y gravarlas en el país en donde se realiza la venta.
c) Incrementar la tasa de impuestos sobre las ganancias de capital.
Bursamétrica estima preliminarmente que el déficit fiscal en EU rondará en un promedio de 5.7 por ciento/PIB en los años de la administración del presidente Biden. Esto implica que el gobierno americano requerirá de cerca de 4.5 billones adicionales de nueva deuda.
2. La terminación de las políticas monetarias extremas: La creación de dinero por parte de los bancos centrales es hoy la más grande de la historia. Los bancos centrales de los países ricos mantienen sus programas de generación de medios de pago, mediante compras de bonos y sus tasas de referencia en terreno negativo o en mínimos históricos, cercanos a cero. De acuerdo a las fases del ciclo de política monetaria cuantitativa teórica de Bursamétrica, nos falta por ver varias fases de ajustes en las políticas monetarias antes de ver reducciones de los programas monetarios, y posteriormente alzas de tasas y medidas de reducción monetaria muy graduales, pero los mercados se pueden convulsionar antes de los hechos.
3. La reflación: Hoy la inflación al consumidor global está al doble del promedio de la última década. En Estados Unidos la inflación se ubica en 5.0 por ciento anual mientras que la inflación al productor está en 6.0 por ciento, siendo que el máximo tolerable y el objetivo, por parte del Fed, es 2.0 por ciento anual. Sin embargo, los banqueros centrales afirman que la inflación es temporal, que es más bien producto de choques de oferta, y que no existiendo pleno empleo, hay aún holgura en la economía para evitar una inflación permanente. El argumento es válido, pero al ver el tamaño de los programas fiscales y combinarlos con el tamaño de los programas monetarios, llega la duda de en qué momento esto se puede convertir en una inflación de demanda muy peligrosa.
El autor es presidente de Bursamétrica.