En febrero de 2019 el saldo de la tenencia de valores gubernamentales en poder de residentes del exterior alcanzó el máximo histórico de 116 mil millones de dólares. Para darnos una idea de qué tan grande es este importe, hay que decir que equivale al 10 por ciento del PIB y es similar al monto de la deuda externa del gobierno federal, sin incluir la deuda externa de Pemex.
A partir de ese entonces hemos observado una continua y gradual disminución en ese saldo. En términos de su valor la disminución es de 33 mil millones de dólares a la fecha, ya ahora vale 83 mil millones. Viendo los flujos netos diarios la reducción en el sexenio alcanza alrededor de 23 mil millones de dólares.
Lo más dramático del asunto es que en lugar de estar disminuyendo este saldo −lo que implica que los inversionistas están vendiendo los valores gubernamentales−, debería de estar creciendo y en cantidades importantes. ¿Y esto por qué?
Porque nos encontramos en la etapa de mayor creación de dinero o de inyección de liquidez global en la historia. La coincidencia de políticas monetarias extremas por parte de los principales bancos centrales del mundo desde que apareció la pandemia, hace que se creen diariamente millones de dólares, de euros, yenes, DEGs y otras. La Reserva Federal ha duplicado la oferta de dólares en circulación en año y medio, por ejemplo.
Esta creación multilateral extrema de medios de pago y los niveles históricamente bajos, negativos en términos reales de las tasas de referencia de los bancos centrales, genera mayor apetito por el riesgo e incentiva que el dinero en exceso vaya atravesando diversos mercados financieros y de bienes, distorsionando todos los precios. El dólar barato, los rendimientos insignificantes o negativos que se pagan en los bonos soberanos de varios países ricos, el elevado precio de los commodities como el petróleo WTI o de los metales preciosos, los máximos históricos en las bolsas, etcétera. Así que lo que deberíamos estar viendo es un incremento de los flujos hacia los bonos del gobierno mexicano en pesos. Por lo menos hasta ahora la salida ha sido ordenada y muy gradual.
¿A qué se puede deber esta contradicción? Este saldo llegó a expandirse básicamente porque el gobierno federal mexicano goza del grado de inversión, y porque el país cumple con diversos parámetros que lo hacen un destino seguro. Tenemos un Banco Central autónomo, un sistema bancario bien capitalizado, una relación deuda/PIB relativamente baja, tenemos una rígida disciplina fiscal, con un resultado primario superavitario (diferencia entre ingresos y gastos de gobierno sin incluir intereses de la deuda). Si a esto le agregamos una tasa de rendimiento en pesos muy alta en relación a las tasas internacionales, la única explicación es la desconfianza.
Cuando el dinero externo entra al mercado genera estos efectos: los dólares se cambian a pesos mexicanos, con lo que el dólar baja; cuando los pesos compran los valores gubernamentales estos suben de precio, lo que implica que sus tasas de rendimiento bajan, pero cuando sucede al revés, el dinero sale del mercado, se observa lo contrario: El dólar sube, las tasas de largo plazo suben, los precios de las acciones caen.
Si los inversionistas perciben un riesgo creciente para que México pierda el grado de inversión, no solo dejan de comprar, sino que se ponen a vender. Y esto es parte de lo que puede estar pasando en la realidad.
El nuevo secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, declaró contundentemente la semana pasada que el gobierno federal va a seguir apoyando a Pemex. Este es el principal riesgo para la calificación de grado de inversión que todavía tiene el gobierno federal.
El otro gran riesgo que perciben los inversionistas está en las expectativas de crecimiento económico. El modelo de la 4T de incrementar el gasto clientelar, pero manteniendo disciplina fiscal que asegura las estabilidad financiera, requiere de crecimiento económico forzosamente, ya que sin crecimiento el modelo te lleva a elevados déficits fiscales que terminan con sobreendeudamiento del país, y a una crisis de desestabilización financiera.
La crisis de confianza tiene varios aspectos por resolver: el respeto irresoluto al Estado de derecho, la inseguridad, condiciones que permitan un país competitivo en lo fiscal, en el sistema financiero, en la educación y capacitación de los trabajadores. EU está creciendo este año arriba de 6.5 por ciento anual. El TMEC nos permite acceder a este gran mercado en condiciones de libre competencia. ¿Cómo podemos hacerle para aprovechar este crecimiento de una manera óptima?
El autor es presidente de Bursamétrica.