En su estimación preliminar el Departamento de Comercio de Estados Unidos reportó una segunda caída consecutiva en el PIB al segundo trimestre. Durante el primer trimestre el país se contrajo en 1.6 por ciento anualizado, y en el segundo trimestre cayó en 0.9 por ciento anualizado. De inmediato surgieron las opiniones de que Estados Unidos ha caído en una recesión técnica, definida como la contracción de por lo menos dos trimestres consecutivos en el PIB. Aunque también aparecieron los argumentos en contra, es decir, la negación de estar en una recesión, tanto por parte del presidente Joe Biden, como de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, o el presidente de la Fed, Jerome Powell. ¿Hay recesión o no?
La definición de recesión más autorizada es la establecida por el Buró Nacional de Investigación Económica quien actúa oficialmente como la institución designada para calificar a posteriori los ciclos recesivos. Su definición de recesión consiste en “una declinación importante en la actividad económica a lo largo del país que dura más de unos meses y que es visible en la producción industrial, en el empleo, en el ingreso real y en las ventas al menudeo y al mayoreo”. Los economistas sostienen que una recesión tiene que cumplir con las siguientes características: generalización geográfica y sectorial, profundidad y cierta permanencia. En la historia americana, solamente en 1974 se dio una caída de dos trimestres consecutivos en el PIB que no fue considerada recesión por parte del Buró, al no cumplir las características definidas por este organismo.
Comentamos en este mismo espacio que el PIB negativo del primer trimestre de este año fue un fenómeno extraordinario en el que la exagerada fortaleza de la demanda agregada provocó un disparo muy fuerte de las importaciones de EU que al restarse dentro del PIB dio una variación negativa en el trimestre. Un claro indicio de sobrecalentamiento. Adicionalmente la tasa de desempleo se ubica en el nivel considerado de ‘pleno empleo’ de 3.6 por ciento, nivel que se observaba antes de la pandemia.
La caída del segundo trimestre tampoco cumple la definición de recesión. El gasto en servicios se aceleró a una tasa anualizada de 4.1 por ciento, mientras que los gastos en bienes se contrajeron en 4.4 por ciento. La economía creó 2.7 millones de puestos en la primera mitad del año. Tan solo en el segundo trimestre se abrieron un millón de plazas nuevas. El consumo personal, la mayor parte de la economía, aumentó a un ritmo de 1.0 por ciento, una desaceleración con respecto al período anterior, pero sigue en terreno positivo. Los gastos en productos de propiedad intelectual aumentaron sólidamente. Sin embargo, se puede afirmar que hay debilidad en todos los sectores de la economía: el gasto del consumidor se desaceleró; la inversión empresarial cayó; los inventarios se redujeron debido a que los negocios tardaron más en reabastecer sus anaqueles, restándole dos puntos porcentuales al PIB; el déficit comercial se redujo en relación al primer trimestre; la inversión empresarial ajustada por inflación disminuyó un 0.1 por ciento, lo que refleja caídas tanto en el gasto en estructuras como en equipos; la inversión residencial se desplomó a un ritmo anual de 14 por ciento, la mayor caída desde el comienzo de la pandemia y refleja cómo los altos costos de endeudamiento junto con la rápida inflación han exprimido el mercado de la vivienda. Las ventas de casas han estado cayendo durante meses y los constructores son cada vez más pesimistas sobre la demanda futura. Un indicador clave de la demanda subyacente que excluye los componentes de comercio e inventarios (las ventas finales ajustadas por inflación a compradores nacionales) cayó a un ritmo del 0.3 por ciento en el segundo trimestre en comparación con una ganancia del 2.0 por ciento en el primer trimestre. El gasto público también se redujo.
Queda claro que no se puede declarar una recesión con la información disponible hasta el momento. También es evidente que la economía estadounidense está atravesando por una transición, con desaceleración en diversos frentes. El colaborador de Bloomberg, Chris Anstey expresó un término que me parece muy acertado para calificar lo que está sucediendo: prerrecesión. El Buró Nacional de Investigación Económica afirmó en un comunicado: “La contracción del PIB del segundo trimestre aumenta significativamente el riesgo de que la economía caiga en recesión a finales de año... el impulso rezagado deja a la economía vulnerable a nuevos impactos adversos”.
En México tampoco estamos en una recesión, pero el dinamismo es anémico y endémico. El Inegi también publicó su estimación preliminar del PIB al segundo trimestre y aumentó en 1.9 por ciento anual. Por sectores, el primario aumentó en 1.4 por ciento anual a pesar de la sequía. El industrial creció en 3.3 por ciento anual a pesar de la caída en la producción de Pemex, y el sector servicios aumentó en 1.0 por ciento anual a pesar del impresionante flujo de remesas familiares que en términos anuales pudiera alcanzar 62 mil millones de dólares.
El autor es presidente de Bursamétrica.