Murió la semana pasada en Moscú, después de una larga enfermedad, a los 91 años de edad el gran estadista, transformador y último Presidente de la Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) Mijail Gorbachov. Premio Nobel de la Paz, de madre ucraniana y padre ruso.
Para quienes nos tocó vivir la Guerra Fría, Gorbachov marca un antes y un después. El mundo estaba claramente dividido entre los países comunistas y el mundo occidental. “Los alineados y los no alineados”. Las dos potencias hegemónicas de cada lado, los Estados Unidos y la URSS se veían irreconciliables y a su vez indestructibles. El riesgo de una guerra nuclear que destruyera al planeta estaba presente aunque con una baja probabilidad de ocurrencia. Pero ambos mundos estaban profundamente desconectados.
Un hombre de ascendencia campesina proveniente de la provincia de Stávropol, que estudió agricultura y posteriormente leyes, que tuvo una carrera política vertiginosa hasta que ganó por una votación apretada la secretaría general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1985. Esta victoria impulsaba al grupo reformista del Partido que él representaba; pero la visión de Gorbachov sobre lo que era necesario hacer, era más amplia y radical que nadie. Un diagnóstico elaborado desde 1955, del claro fracaso del sistema comunista, de la planificación central burocrática, resultando en la profundización de la pobreza, del alcoholismo y de la represión de la población, a costa de un nivel de vida escandaloso de una pequeña elite burocrática. Un crítico mordaz de las ineficiencias y de las contrariedades del régimen dictatorial soviético.
Gorbachov impulsó entonces dos colosales reformas, la glástnost (transparencia, en ruso) y la perestroika (reestructura), dirigidas a abrir la economía al mercado, y a acabar con la estructura dictatorial y la opacidad del régimen soviético y respectivamente.
Al mismo tiempo provocó la negociación exitosa de diversos tratados de desarme nuclear con el presidente Ronald Reagan y posteriormente con George Bush padre. Bajo su mandato, la Unión Soviética retiró en 1989 sus tropas de Afganistán, y en 1990 apoyó a Estados Unidos en la operación Tormenta del Desierto para defender a Kuwait de la invasión iraquí de Sadam Husein. Apoyó también decididamente la unificación alemana.
Sin embargo, a pesar de todos estos logros, en 1996 cuando relanzó su candidatura a la presidencia, perdió contundentemente.
Dentro de la Unión Soviética la glástnost destruyó el sistema totalitario, acabo con la represión de los disidentes, con el Estado policial, abolió la censura, implementó cierta democracia, y la libertad de expresión, pero la reforma que pretendía el establecimiento gradual de un régimen democrático a lo largo de la Unión Soviética se salió de control y provocó una ola independentista de las repúblicas soviéticas, y el derrumbe de la URSS.
En la perestroika, pretendía sacar a la economía del caos y la ineficiencia extremas, introduciendo mayor libertad de empresa y dejando actuar al mercado versus la planificación central de escritorio; su implementación se instrumentó mediante un plan de 500 días para transformar la economía anquilosada en una economía dinámica de mercado. El plan constaba de tres etapas cuidadosamente estudiadas, pero al final la economía se hundió más, las privatizaciones generaron una nueva oligarquía y la mafia.
A un servidor le tocó unos cuantos años después, a principios de los años noventas, participar en los trabajos de planeación, para que Cuba, abandonada a su suerte por los rusos, emprendiera también sus reformas hacia la economía de mercado y hacia la apertura democrática. Lo que se tenía claro con la experiencia rusa eran cuatro percepciones principales:
1. Fue un gran error implementar al mismo tiempo la reforma política, la apertura democrática y la reforma hacia una economía de mercado. El resultado fue caos político y económico.
2. La perestroika debe ir antes que la reforma política. Es más fácil la transición hacia una economía de mercado en un régimen fuerte y con controles, que en un régimen plural y abierto.
3. En la perestroika no puedes pretender cambiar a una economía de mercado si no tiene en funcionamiento un sistema financiero, aunque sea incipiente.
4. La glástnost debe empezar por las libertades individuales y las demás garantías constitucionales, después por la implementación gradual de la democracia que debe ir de las provincias hacia el centro, con instituciones electorales fuertes y creíbles.
Por eso mi colaboración en aquellos años se enfocó en desarrollar el sistema financiero, antes que nada. No había crédito para nadie, solo para el Estado. Desafortunadamente al triunfar en las elecciones el presidente Clinton, de quien opino ha sido el mejor presidente de los Estados Unidos, se decidió reforzar el embargo en lugar de desmantelarlo y apoyar la apertura cubana.
El autor es presidente de Bursamétrica.