Un verdadero huracán financiero, categoría 5, afectó la isla británica en los días pasados. Impresionante la reacción negativa que observaron los mercados financieros británicos al anuncio del paquete de medidas fiscales ofertistas anunciadas por la nueva primera ministra del Reino Unido, Mary Elizabeth (Liss) Truss, desde el pasado viernes 23 de septiembre, y que se profundizó a lo largo de la semana pasada, hasta que el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir saliendo a comprar bonos del Tesoro Británico en contra de su política monetaria antinflacionaria. Un reporte del Banco de Singapur denominó irónicamente a la libra esterlina el “peso británico”. (Desde luego que no se refería al peso mexicano, que es una de las monedas más fuertes hoy en día.) ¿Qué fue lo que pasó, y porqué se desató esta tormenta perfecta tan de repente?
Ante la rebelión de los legisladores parlamentarios del Partido Conservador que obligaron a la renuncia de Boris Johnson, Liss Truss presentó su candidatura para las elecciones internas del Partido. 81 mil votantes decidieron quien debía gobernar un país de 67 millones de habitantes. Liss y su ahora ministro de Economía, Kwasi Kwarteng habían publicado conjuntamente en 2012 un manifiesto “Britannia Unchained (Gran Bretaña Desencadenada),” que advertía sobre la necesidad de desregular la economía británica y reducir la intervención del Estado en la economía. Regresar a las recetas del neoliberalismo y a la política fiscal ofertista de los años ochenta de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y ahora ofrecía impulsar dicha agenda de llegar a la presidencia del Partido Conservador con mayoría en el Parlamento. La Reina Isabel (QEPD) la acababa de investir oficialmente como primer ministra dos días antes de morir, y posteriormente siguieron 11 días de luto.
Al término del luto, y despreciando el ofrecimiento de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria de preparar un informe independiente que debería acompañar su propuesta de política fiscal, con las consecuencias presupuestarias de las medidas, para defender su sostenibilidad, lo que es lo habitual, y más ante una propuesta disruptiva y de elevado impacto, la dupla presentó en el Parlamento su iniciativa el 23 de septiembre, desatando un huracán categoría 5.
El plan consiste en reducir diversos impuestos por un importe cercano a las 50 mil millones de libras esterlinas y dar recursos directos a las familias y a las empresas para soportar los incrementos en los costos del gas y de la energía eléctrica por un importe de alrededor de 150 mil millones de libras, lo que equivale incrementar el déficit fiscal en 7.0 por ciento sobre el PIB, totalmente insostenible, y poco se dice sobre cómo financiarlo.
La libra esterlina venía bajando desde 1.37 dólares por libra hasta 1.06 que llegó a tocar el jueves pasado, nuevo mínimo histórico; implicando una devaluación acumulada de 22 por ciento en el año. Los bonos del Tesoro británico a largo plazo llegaron a cotizarse a una tasa por arriba de 5.0 por ciento anual lo que no se veía desde 1998, quintuplicando su nivel de inicio del año. El costo de los seguros de crédito para la deuda soberana inglesa también tocaron máximos no vistos desde la víspera del referéndum del Brexit. La Bolsa de Londres acumula una caída de más de 8.90 por ciento en el año. Los fondos de pensiones británicos solicitaron ayuda de emergencia. El Banco de Inglaterra tuvo que salir al mercado a hacer drásticamente lo opuesto a lo que venía haciendo como estrategia antiinflacionaria. En lugar de vender bonos soberanos para recoger libras, se puso a comprar fuertes cantidades de bonos para inyectar libras a la circulación, y anunció que mantendrá esta postura durante las próximas dos semanas.
El futuro del Reino Unido, de su economía y de la primer ministro están en juego. El 11 de octubre reabren las sesiones en el Parlamento. El 13 de octubre terminan las dos semanas que el Banco de Inglaterra anunció para intervenir en el mercado. Se tiene hasta el 23 de noviembre para que el dúo presente un programa creíble de recorte de impuestos y con el dictamen complementario correspondiente de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR) de sus efectos y soluciones.
Por lo pronto, el viernes pasado, Truss y Kwarteng, se reunieron con el presidente de la OBR, Richard Hughes, para solicitar la elaboración de su dictamen. Sin embargo, poco después de que la agencia presupuestaria anunciara que tendría listo su reporte sobre las nuevas medidas en una semana, el Gobierno ratificó que mantiene su intención de no publicarlo hasta mediados de noviembre lo que es su prerrogativa. Truss, insiste por su parte, en que no moverá una sola coma de su iniciativa, porque su propuesta fiscal “es la correcta para el interés del país”. Truss deberá decidir pronto si mantiene hasta el final su apuesta o si corrige y da marcha atrás a su propuesta y así intentar salvar el joven mandato como primera ministra.
El autor es presidente de Bursamétrica.