Una de las principales escuelas de pensamiento económico desde la segunda mitad del siglo XX a la fecha es el monetarismo, abanderado principalmente por Milton Friedman, Karl Brunner y Allan Metzer, a la que también se le conoce como la escuela de Chicago.
Centrándonos en la esencia de la tesis monetarista, que sostiene que la sociedad formula su demanda de dinero en términos reales, en tanto que el gobierno o las autoridades monetarias sólo pueden controlar la oferta nominal de dinero, de modo que es la interacción de esas dos fuerzas la que determina el nivel general de los precios y la actividad económica. En otras palabras, “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”.
Este axioma parecía haber perdido validez en la década de 2009 a 2019. Con la Gran Recesión, derivada de la crisis hipotecaria; los bancos centrales de los países desarrollados empezaron a implementar monetarias extremas, en donde las tasas de interés se redujeron a niveles nunca antes vistos, la Reserva Federal, por ejemplo, triplicó la oferta monetaria en tan solo tres años.
Sin embargo, la inflación que se gestó en el mundo desarrollado en esa década, se ubicó muy por debajo del promedio histórico. La política monetaria se enfocó en evitar una deflación crónica. ¿Qué pasó en ese entonces? ¿Por qué no se cumplió la teoría monetarista? Se combinaron diversos factores, pero los principales de ellos fueron la globalización y la creciente presencia de China en los mercados globales, ya que con sus costos artificialmente bajos inundó de productos baratos a los mismos.
Aún no terminaban de desarticularse las políticas monetarias extremas, cuando apareció a principios del 2020 la pandemia del Covid-19. Ante el brutal impacto en la actividad económica ante las políticas de confinamiento social en todo el mundo, los bancos centrales desarrollados reiniciaron sus políticas monetarias extremas, volviendo a reducir las tasas de referencia a mínimos históricos y creando dinero de manera exagerada.
En los pasados tres años hemos atravesado por la fase de mayor inflación de los últimos 40 años. Pero la creación exagerada de dinero no es la única explicación del fenómeno vigente. Los gobiernos desarrollados implementaron sustanciales políticas de gasto fiscal como nunca antes se habían visto. Los déficits fiscales también superaron el tamaño de la economía norteamericana.
La interrupción de las cadenas de suministro, el alza de los precios de los energéticos, de los granos y de los fertilizantes, ante la invasión de Rusia en Ucrania han tenido también un impacto decisivo en la inflación global. Adicionalmente, China ya no juega el papel de amortiguador de precios que jugaba anteriormente en el concierto mundial.
A partir de 2022 los bancos centrales están coincidiendo en la desarticulación de sus políticas monetarias extremas, aumentando sus tasas de interés de referencia y recogiendo dinero, mediante la suspensión parcial o total de sus programas de compra de bonos soberanos.
¿A que nos puede llevar esta circunstancia? Así como la inflación no puede ser explicada solo por el incremento desmedido de la oferta monetaria, lo que viene tampoco se explica solo por una contracción de la oferta monetaria. Tenemos una coyuntura inaudita, nunca antes experimentada. Los bancos centrales desarrollados coinciden en el tiempo subiendo tasas y recogiendo dinero. Algunos inclusive están ya haciendo pausa en el ciclo alcista de tasas. El incremento de tasas ha generado una minusvalía en los bonos del Tesoro estimada en 650 mil millones de dólares. La minusvalía potencial es de más de 1.5 billones en el mundo.
Esto ha provocado una nueva crisis bancaria que inició en California, hace unas semanas, se ha expandido a los bancos locales americanos, y se ha contagiado a otros países. Esto empieza ha propiciar una contracción del crédito a nivel global.
Por otra parte, la inflación global no está cediendo tan fácilmente aunque ha descendido por la reducción de precios de la inflación no subyacente, es decir de los componentes más volátiles. En EU, por ejemplo, en marzo la inflación general bajó de 6.0 a 5.0 por ciento anual. Pero la subyacente (Core) aumentó de 5.5 por ciento anual a 5.6 anual.
El recorte sorpresivo de las cuotas de producción anunciado recientemente por la OPEP+ de un millón de barriles diarios, se suma al recorte anunciado por Putin de medio millón de barriles diarios de Rusia y el recorte anunciado en octubre pasado para dar un total de restricción de la producción de crudo por 3.6 millones de barriles diarios, con lo que los precios del crudo han regresado a los 80 dólares, presionando a la inflación de costos.
La economía americana sigue dando signos de sobrecalentamiento con una creación de puestos de trabajo de 1.3 millones de nuevos puestos en los últimos cuatro meses, y un incremento en los salarios de 4.4 por ciento anual. Así que las tasas van a seguir subiendo. Todo esto nos lleva a incrementar la probabilidad de una recesión mundial, que la propia Reserva Federal proyecta para Estados Unidos hacia el último trimestre de este año.
El autor es presidente de Bursamétrica.