Es impresionante que, a pesar de estar atravesando por el ciclo alcista de tasas de interés más drástico en las últimas tres décadas, la economía de Estados Unidos ha estado sorprendiendo con claros signos de impulso, al grado de que al segundo trimestre se presentó un crecimiento anualizado del 2.4 por ciento anual, en lugar de una recesión que hacia finales del año pasado preveíamos la gran mayoría de los analistas para mediados de este año.
Ya hemos comentado en este espacio que una de las razones de este fenómeno y de que la inflación subyacente persista tiene que ver con la insuficiencia de las medidas de política monetaria adoptadas hasta el momento. Pero el otro motor del crecimiento y de la presión inflacionaria tiene que ver con la política fiscal, y en particular el conjunto de programas denominados los Bidenomics.
En el lado monetario, los incrementos de tasas ejecutados desde marzo del 2022 hasta mayo pasado por parte de la Reserva Federal, en donde la tasa se ubicó en 5.25 por ciento en su rango alto, implicaban una tasa de interés real negativa. La inflación subyacente de mayo estaba en 5.50 por ciento. Con el último incremento de 1/4 de punto anunciado hace unos días, y con una inflación subyacente de 4.9 por ciento reportada para junio, la tasa empieza a ser positiva en términos reales.
En el área de la oferta monetaria, durante la pandemia la Fed expandió la cantidad de dólares en circulación en cerca de 8 billones de dólares para una economía que vale 24 billones. Ahora en la fase de desarticulación de la política monetaria extrema, la Fed está reduciendo su balance, es decir, está contrayendo la oferta monetaria. Con sus medidas de reducción del balance (dejando amortizar sus inventarios de bonos del Tesoro, sin recomprarlos), ha podido reducir en cerca de dos billones en estos últimos dos años. Con esto se puede intuir que la economía todavía tiene un importante exceso de liquidez. Sin embargo, la Fed está siendo muy cautelosa en su política de disminución de la liquidez, para evitar repetir una crisis de reservas en el sistema bancario como la que se observó en el 2019, cuando la Fed estaba recogiendo dólares de los creados durante la crisis hipotecaria. Éste fue un tema de preocupación señalado explícitamente en la última comparecencia de Powell en el Senado norteamericano, hace unas semanas.
Del lado fiscal, señalamos la semana pasada la enorme presión que tiene la administración del presidente Biden, a pesar de que el Congreso ya le autorizó un incremento en el techo de la deuda hasta enero del 2025. Fitch le redujo la semana pasada la calificación al Tesoro de AAA a AA+ con perspectiva estable, por esta misma razón. El exceso de endeudamiento durante la pandemia, la drástica reducción de impuestos impulsada por el expresidente Trump y los enormes programas de gasto fiscal propuestos por Biden, junto con el incremento de las tasas de interés explican esta compleja circunstancia.
De acuerdo con Fitch, el déficit fiscal pudiera aumentar desde el 3.7 por ciento registrado en el ejercicio 2022, al 6.3 por ciento en este ejercicio que termina en septiembre y seguir subiendo hasta 6.9 por ciento para el 2025.
Los programas fiscales del presidente Biden denominados los Bidenomics son tres importantes motores de inversión y reactivación económica que pudieran explicar el impulso observado en la demanda agregada y en el mercado laboral en los últimos meses. Estos alcanzan en su conjunto un presupuesto de cerca de dos billones de dólares, uno dedicado a la infraestructura, un segundo que se enfoca a desarrollar las energías verdes, y un tercero que pretende que Estados Unidos recupere el liderazgo en la producción de semiconductores.
La tragedia de estos programas, es que no están generando una mayor aceptación de la población a la gestión del presidente Biden. Estos planes estratégicos, muy necesarios para que EU conserve su hegemonía, darán resultados en el mediano y largo plazos, pero no generan votos a corto plazo.
Los riesgos persisten para el futuro, en el mercado laboral por ejemplo el Departamento del Trabajo informó que la nómina no agrícola aumentó en 187 mil plazas en julio, luego de la creación de 185 mil de junio. Pese a ello, los salarios promedio por hora siguieron fuertes, aumentando 4.4 por ciento anual por segundo mes consecutivo, y la tasa de desempleo disminuyó por tercera ocasión al bajar al 3.5 por ciento en julio desde el 3.6 por ciento en junio. El riesgo de que la inflación vuelva a presentar presiones en el futuro es elevado. Los escenarios de una recesión ligera o de una importante desaceleración para el 2024 no se descartan.
El autor es presidente de Bursamétrica.